El tren es un complemento estupendo para el ciclista cuando el viento es fuerte. El tren no lo nota en contra y nosotros, los ciclistas, lo notamos a favor hasta que tomamos el tren.
El páramo del Esgueva
Nos referimos a la lengua de páramo que se levanta entre el Esgueva y el Jaramiel. Después de subir la cuesta desde Renedo, avanzamos por tierras ligeras en las que abunda las piedras calizas. Los sembrados son de cebada, un poco de trigo y algo de girasol. De vez en cuando adivinamos el valle del Esgueva a nuestra izquierda. Y, conforme pedaleamos,se incrementa el número de robles -hay también algunas encinas- que adornan el paisaje. En otro tiempo toda la superficie del páramo por la que ahora rodamos fue monte.
Los caminos son buenos aunque tienen demasiada hierba para incomodar -un poco- al ciclista.
Aunque el páramo es uno, tiene diversos nombres conforme lo cruzamos: Valdehierro, la Encomienda, Valdeandrinos, Rozuelas…Finalmente, giramos hacia el norte por el páramo de la Dehesa.
Cruzando el Esgueva por Villanueva de los Infantes
Y el valle Esgueva aparece, de nuevo, ante nuestros ojos. Abajo, Villanueva, uno de los pueblos más pequeños de la comarca, asentado al pie de una ladera blanquísima salpicada de matas de encina y roble. La bajada es muy fuerte por aquí y en un minuto estamos en el puente del Esgueva, después de superado el campo santo.
Podemos ver la iglesia de trazas románicas y góticas, reponer las reservas de agua junto al Ayuntamiento y visitar alguno de sus muchos palomares arruinados. Pero enseguida tomamos el camino de las Victorias que sube lentamente -sin excesiva pendiente- hasta el páramo, a tomar la cañada real burgalesa.Al final cruzamos un montecillo de robles y junto al camino llama la atención un manantial -ahora seco- bien protegido con piedras.
De nuevo el páramo
Ya estamos arriba. De aquí al pozo de los Pedrazos, con restos de viejas corralizas, hay menos de un kilómetro. De nuevo el paisaje amplio del páramo interminable. Aunque hay algunos viejos robles aislados y monte en otros parajes.A la derecha dejamos un chozo semienterrado en el campo de labor.
Y… ¡Oh, qué bajada entre el monte y tierras de labor en dirección a la Granja San Andrés! Pero cuando divisamos los altos chopos de la Granja, nos metemos por el valle del Picón de San Pedro para de nuevo ascender. Es otro vallejo tendido por el que se sube bien a pesar de que ya es nuestra tercera subida al páramo.
Desde el Barco del Portero cruzamos el paramillo y ya vemos Cubillas de Cerrato.No hay más que dejarse caer.
En Valoria la Buena buscamos las bodegas, donde una pradera sombreada por chopos nos acoge antes de acometer el último trayecto de esta excursión. En la ribera del Pisuerga tenemos, junto a un gran nogal, una fuente; luego pasamo por el puente desde donde se contemplan las tablas del río y… ya estamos en el apeadero de Cubillas.