De nuevo dimos una vuelta por el Cerrato palentino, esta vez atravesando los términos de Dueñas, Cevico de la Torre, Valle, Reinoso, Soto, Hontoria y Tariego. Y, la verdad, el Cerrato nunca defrauda, parece como si participara un poco de todos los paisajes de Castilla.
Subimos por laderas con bosques de robles, cruzamos cañadas y veredas, navegamos por campos de trigo y cebada, salimos a pequeños vallejos con arroyos y fuentes, rodamos por montes de encinas, por praderas y por monte bajo, e incluso en algún momento nos pareció estar en lomas o collados de montaña, con esa hierba alta que no se sabe si ya está seca o todavía sigue verde… Y, cuando ya pensábamos que lo habíamos disfrutado todo, llegamos al Pisuerga para darnos un baños, y a los derrumbaderos de Hontoria…
El páramo
El caso es que después de cruzar el Pisuerga por el puente de Dueñas subimos al páramo, donde nos mantuvimos durante unos cuantos kilómetros. Lo más llamativo era la abundancia de corrales y, sobre todo, chozos de pastor. No vimos dos iguales: unos más altos, otros más puntiagudos; incluso tuvimos la suerte de pasar junto a los corrales del Dragón, con un chozo doble, es decir, dos chozos unidos mediante una galería de piedra. Un autentico monumento megalítico, aunque no prehistórico.
También utilizamos cañadas para rodar, y atravesamos abundantes zonas de monte y pasto. Se nota que el Cerrato es una comarca olvidada donde todavía se respetan las vías pecuarias y se mantienen en pie construcciones pastoriles.
En un vallejo perdido descubrimos la fuente del arroyo de Botijas. Daban ganas de quedarse allí y realmente era difícil escaparse, pues el camino que traíamos moría en este lugar. Total, que tuvimos que subir una empinadísima ladera con las bicis a cuestas. Siempre acabamos corriendo una aventurilla de este estilo.
La bajada
Descendimos de la paramera por la fuente de Valdeguindalera. Por su aspecto y dimensiones, debió de ser importante. Pero hoy se ha quedado olvidada en un recodo del valle.
Al final del descenso, detrás del impresionante Cotarro Lobero donde precisamente pinchamos, Reinoso, con su sencilla iglesia y con su viejo puente derrumbado. Precisamente a la vera del puente nos quitamos en las aguas del Pisuerga el polvo del camino rodado. Otro lugar paradisiaco, bien protegido del sol por chopos, álamos, fresnos y sauces.
Por la ribera
Poco quedaba ya por recorrer. Quedamos atrapados en un meandro del río, precisamente donde el AVE que viene de Burgos se bifurca hacia Valladolid y Palencia. Allí han construido un puente y están con otro. El cemento moderno contrastaba con la piedra de los chozos que hace nada habíamos visto.
Y los derrumbaderos del páramo sobre el cauce del río. Nos defraudaron un poco pues, con tanto pino, ahora no se ven casi. Los cruzamos sin pena ni gloria.
Poco más, rodando ahora a favor del viento, llegábamos a Dueñas. Nos hicimos unos 65 km. Ver aquí el recorrido según Miguel Ángel.
Curioso ese chozo doble de los corrales del Dragón…
Con respecto a la aventurilla, cómo diría un buen amigo: «Hemos venido a jugar. ¿No?» 😉
Besotes.