El punto de partida elegido para este paseo de poco más de 33 k es San Miguel del Arroyo, en el valle del arroyo milagroso del Henar. Y, más en concreto, junto a un puente, en la salida sur del pueblo, hoy conservado sin cauce que salve y sin camino que lo cruce, sólo en recuerdo de lo que antaño fue y de los servicios que en esta localidad prestara. Más vale así para mantener lo mejor posible la memoria tradicional.

Desde allí enfilamos, aguas arriba, el valle por un buen camino en la orilla derecha. Choperas, prados, los restos del monasterio del Espíritu Santo, van pasando a nuestro lado. Más tarde, otro tipo de restos, esta vez mineros, de una yesera; luego, una fuente de ovejas junto a las ruinas de Casarejos. Y aquí cruzamos a la otra orilla para subir al páramo del Montecillo.

El paisaje cambia, y no sólo porque estamos en el páramo. Aquí hay abundantes almendros, vallados en piedra, algunas encinas y un pinar. Por los restos da la impresión de que también hubo majuelos. Y de varios propietarios, porque los almendros forman linderos. Ahora está un tanto abandonado. Si aquí no hubo población o caserío, los cultivadores debían venir de San Cristóbal de Cuéllar, en cuyo término municipal nos encontramos, y que veremos en la asomada.
Dejamos el pinar y nos acercamos a la caída del páramo, hacia el sur, que es provincia de Segovia. Bajamos hasta el arroyo del Horcajo, en cuyo horcajo tomamos el agradable arroyo secundario para volver a subir al páramo rodando, finalmente, por la vereda del Barrilejo, vereda que nos acercará hasta el santuario del Henar. Nos acercamos al pozo o fuente del arroyo.

Por la pista de paseantes y ciclistas llegamos a Viloria, y seguimos camino por sembrados y montes hasta que nos encontramos una agradable sorpresa: no lejos del camino de Viloria a Camporredondo, entre los pagos del Enebral y las Navarrosas, vemos que están terminando de construir un ¡chozo de pastor! ¿O tal vez lo están reconstruyendo? La puerta no es la tradicional, pues casi puedes entrar sin agacharte y dentro ya han colocado una mesa y bancos para tomar el yantar más cómodamente. Además, el humero o agujero de humos tiene una pequeña chimenea con sombrerete, para defenderlo de la lluvia, licencias todas que se puede permitir a quienes hacen o rehacen un chozo tradicional. ¡Bien!

Antes de llegar de nuevo a San Miguel, caemos al ya conocido arroyo de Fuentes Claras, con sus chopos todavía desnudos y sus laderas descarnadas, todo muy a propósito del día gris y lloviznoso que nos ha tocado en suerte. Pero, como ya dijimos en la entrada anterior, ¡siempre merece la pena salir, a pesar de las posibles inclemencias del tiempo!
Aquí podéis ver el trayecto seguido.