
Primer día de noviembre, después de que hubieran caído durante el mes de octubre en la provincia de Valladolid unos 70 litros por metro cuadrado. Por eso, fuimos buscando la arena de los pinares y, en concreto, una ruta que nos llevó de Olmedo a Coca. Pero, aunque rodamos mucho por arenales cubiertos de tamuja, también lo hicimos a campo abierto, y estos caminos no estaban mal: tal vez por el calor, la humedad no había durado tanto como pesábamos, o lo dura en invierno.
En Olmedo tomamos un camino que nos llevó a bajar hacia el arroyo Malvisca, desde donde vimos una solitaria bodega, lejos de Aguasal, donde debió de vivir el dueño hace mucho tiempo. Pero en estos campos llenos de bodones y humedales, donde es más fácil pisar agua que tierra, no hay más remedio que buscar y aprovechar el lugar seco, que escasea.

Embalse del Eresma
Luego rodamos por un lomo desde el que se divisan pinares y zonas que habitualmente son pantanosas, hoy completamente secas. Alguno hasta buscó las fuentes de Lavar y de Carrasco, esperando encontrar algo. Finalmente, aparecimos en Llano de Olmedo. Y desde aquí bajamos a los pinares que protegen las riberas del Eresma, cruzando antes la cañada de los Gallegos y el camino de Santiago madrileño por donde el corral redondo.

Así estaba la laguna del Caballo Alba
Cuando nos cansamos de ver los chopos otoñales del Eresma desde la orilla izquierda, saltamos a la derecha para rodar por la cañada leonesa y luego bajar a la orilla del río por la cuesta del Mercado y aparecer en la fuente de los Cinco Caños. El Eresma parecía estancado, y el Voltaya que vimos en su desembocadura y luego cruzamos, estaba completamente seco, ¡qué pena!

Puente del viejo ferrocarril
Paseo por Coca vaccea, romana, medieval y moderna e inicio de la vuelta. Primero, un tramo por la vía que fue del tren Segovia-Olmedo; después nos asomamos a Ciruelos, y, más tarde, dimos un paseo en bici por el lecho –seco- de la laguna del Caballo Alba. No es la primera vez que la cruzamos rodando, pero sí es la primera que lo hicimos estando sin una gota de agua. Igualmente seca estaba la laguna de Valdeperillán. Sin embargo, ahora nos sorprendió el arroyo de Malvisca desbordado, cruzando bajo el puente del ferrocarril e inundando el camino con una fina lámina de agua. Fue toda el agua que vimos, exceptuando algún charco de algún humedal y el Eresma, claro…
Aquí podéis ver el trayecto seguido.
