
La semana pasada tocaba nieve y nieve tuvimos durante la excursión bicicletera. El punto de partida fue Tudela de Duero para rodar enseguida por el pinar Viejo y luego por el de la Marina Alta hasta dar con el arroyo Sangueño que viene, seco esta vez, desde La Parrilla. Cruzamos antes algunas charcas que sí tenían una capa de agua y terminamos buscando el viejo molino del arroyo. ¡Casi no lo encontramos de enterrado que estaba! Menos mal que algunas piedras y ladrillos emergían de la arena y en ésta se había abierto un agujero que daba al antiguo cárcavo. Dentro de unos pocos años, nada quedará (visible).

Restos del molino
Empezó a nevar. Dimos una vuelta por los arenosos pinares de la Casa Blanca y los Llanillos para caer en la rectilínea pista forestal que nos llevó a fuente Mínguez y luego al pinar de las Arenas. Hasta aquí todo bien: el temporal de nieve daba de culo y no molestaba.

Pero la vuelta, por un ramal de la cañada real leonesa, ya fue otra cosa. Hubo que abrigarse bien. Aunque resultaba bonito el revolotear de los copos que rozaban al ciclista, los guantes empezaron a calarse y la nieve a formar una capa en el pecho del –ahora- sufrido rodador. Así que poco a poco y gracias a lo tupido del pinar, pudimos sobrevivir y no sucumbir al temporal. También, entre otras razones porque, al pasar por La Parrilla, El Cafetín estaba abierto y pudimos tomar alguna bebida reconfortante y calentarnos en su estufa, donde ardía con ganas la madera del monte. Y así, ya repuestos, descendimos manteniendo el calor hasta Tudela de Duero.
