Y del nacimiento del Trabancos hacia el crucero de Rágama

(Continuación de la entrada anterior)

Si en Duruelo estábamos a 910 m de altura, en la divisoria de aguas con el Trabancos estamos a 1000, y a 930 en el mismo Trabancos. Pero el valle del Trabancos es ancho y tendido, casi plano, y el del río Almar, profundo y con tendencia a la vertical… ¡qué valles tan diferentes! Uno apto para el cultivo, otro que sólo vale para monte…

Cruzamos las Raseras para llegar, primero, al río del Soto y luego al río Narros. Cuando se juntan ambos, forman el Trabancos. Hoy llevaban agua los dos, por lo que el Trabancos lleva agua desde su nacimiento. De todas formas, no puede ser más decepcionante, pues lo hacen en una zona semiquemada, con restos de arrastres por el agua de todo tipo, especialmente de plásticos, junto a alambradas de zonas ganaderas y bajo la atenta mirada del ojo del puente por el que pasa, arriba, el ferrocarril. Difícil lo tendría aquí Juan de Yepes para escribir poesía mística, aunque nunca se sabe.

Fuente romana en Narros

También es cierto que, para otros, el río del Soto es el verdadero Trabancos, al que le ocurre algo parecido, ya que nace de los regatos Jubán y Calorzo, en Herreros de Suso, a pocos kilómetros de Narros.

Narros del Castillo, fue repoblada por na(va)rros. En el recinto del antiguo castillo, dentro de una muralla de calicanto ya desmochada, debido una disputa entre Alfonso VII y Alfonso I de Aragón, se erige una preciosa iglesia mudéjar, como casi todas las de por aquí. La iglesia se construyó precisamente en el mejor punto de la localidad, una vez demolido el castillo. Agradable lugar: nada como descansar la vista sobre el ábside mudéjar con sus órdenes de arcos ciegos y luego arcos de medio punto entrelazados que generan arcos apuntados, mientras reposábamos los cuerpos sobre los bancos que se apoyan en la vieja muralla y cuando dos parejas de cigüeñas crocotaban en la torre y las palomas realizaban acrobacias aéreas… En fin, así es la Moraña.

Uno de los vados

Dejamos el Trabancos y, tras cruzar el ferrocarril y la autovía, el destino nos conduce ahora hasta Salvadiós, donde repostamos y salimos hacia el oeste por el balsón de Abajo. Vamos por el trazado de la antigua calzada de Ávila a Salamanca. Cruzamos por encima de Gimialcón, que ya conocemos, y vadeamos los ríos Mínimo y Regamón. Saludamos al lavajo de Carrávila y llegamos a Cantaracillo. Todo por campos ondulados, pero como el firme es bueno y el paisaje inmejorable, no nos cuesta dar pedales.

Cantaracillo. Doble sorpresa. Primera, la iglesia. Casi todas las localidades por las que hemos pasado, poseen iglesias mudéjares y muy amplias. Esta no es una excepción, pues también es enorme, con dos entradas porticadas a la nave, una al sur y otra al norte. Pero tal vez lo más llamativo es el ábside mudéjar que se conserva de la primitiva iglesia románica. Otra joya.

Cañada Mostrenca

Y segunda. La cañada real de Mostrencas, o Mostrenca, que sale al norte de Cantaracillo y nos llevó hasta Rágama. Nos sorprendió que cuenta con las ¡90 varas! de rigor propias de una cañada real, que antes tenía toda cañada real que se preciase. Además, se encuentra en buena parte amojonada. Tiene una hierba rala y verde –al menos en esta época del año- con abundante humedad en el subsuelo y con numerosos charcos y lavajos, el más grande que vimos fue el Albornos. Al este, las laderas del río Regamón con los altos del Castillo y al oeste las llanuras de la comarca de La Armuña. En realidad, esta cañada es la continuación de la cañada real Burgalesa que viene de Lerma pasando por los páramos del Esgueva, Valladolid y Medina del Campo, si bien a partir de Valladolid también era utilizada por rebaños leoneses. Una res mostrenca es una res sin amo, que campea a su aire por campos y cañadas. Tal vez en esta cañada acababan las reses mostrencas, y de ahí el nombre.

Altos del Castillo. Tras la línea verde, el río Regamón.

O sea, que fuimos por una vía romana y volvimos por otra pecuaria. Pero aún no hemos terminado, pues estamos llegando a Rágama, donde nos esperaba otra sorpresa: el humilladero, cruz de granito flanqueada por cuatro postes unidos por arcos adintelados de una pieza. Se levanta en las afueras del pueblo, hacia el oeste, ya junto a los campos sembrados. ¡Qué joya! A lo largo de la excursión hemos contemplado diferentes cruces de granito, pero esta las superaba a todas. Paseo junto a la iglesia de ábside románico mudéjar, que esconde una portada de aire gótico isabelino en piedra dorada de Salamanca.

Y ya sólo nos quedó volver a El Ajo. Pero, a mitad de camino, el camino se quedó en la mitad. O sea, desapareció. A campo traviesa llegamos a un humedal del que salía un enyerbado sendero en dirección a la localidad. Pasamos junto a una curiosa y misteriosa chimenea muy cerca del río. Pero como no encontramos a nadie en el pueblo, nos quedamos con las ganas de saber algo más sobre ella.

Crucero en Rágama

También pasamos junto al pozo de los antiguos lavaderos. (Enlace al trayecto en la entrada anterior)

Autor: piscatorem

Los autores de este blog somos Federico Sanz (textos, fotos) y Óscar Domínguez (mapas, documentación). Tenemos escritos 7 libros de viajes y rutas, y un montón de artículos en diferentes revistas. Además, seguimos saliendo en bici todas las semanas. Si quieres, estas invitad@.

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