(Viene de la entrada anterior)

Salimos de Fuentes de Cuéllar por el camino de Trian –Trian fue otra fuente de Fuentes- que nos condujo a Moraleja. Visita obligada a la fuente y lavaderos ¡secos! y paseo por sus calles. Contemplamos la iglesia, recorrimos el barrio de bodegas y nos admiramos con una auténtica inundación de obras murales de un pintor local que borda temas segovianos.
Bordeamos Olombrada y bajamos al valle de los Hornillos. La fuente del Cañarro estaba seca, no así la de los Peces, que era como un charco en el que el agua borbotaba, moviendo suavemente la arena. Como está pegando a la orilla del arroyo, seguramente se pudo llenar de peces en algún momento; de ahí su nombre. En esta zona del valle abundan los chopos, álamos y sauces, es un verdadero oasis entre tanto yeso. Pero el agua del arroyo desapareció absorbida por tierra tan seca. Enseguida descubrimos la razón: aquí se han permitido pozos de dimensiones descomunales, tanto en profundidad como en anchura, en el mismo cauce del arroyo. Así, imposible que mantenga un mínimo caudal…

En Perosillo
Después, nos presentamos en la fuente de Perosillo cuyas aguas, como tantas otras por aquí, han sido captadas para abastecimiento del pueblo, a donde llegamos enseguida. También el pueblo de Pero pequeño tiene una buena fuente, con pilón y lavadero, desde donde precisamente sale el camino que, pasando junto al cementerio, nos lleva al arruinado molino Potricos, en un cruce de caminos y de arroyos donde se refugia el poco arbolado de la zona. Al norte hemos dejado también la colina sobre la que se asentó un castillo que hoy ha sido sustituido por un depósito de agua. Quizá lo mejor conservado del molino sea su cárcavo, y nos llamó la atención la piedra clave de su arco.

En el molino de Potricos
Ahora nos acercamos a otra comunidad de Villa y Tierra, ésta bajo la influencia de Fuentidueña y a campo traviesa nos presentamos en el llamativo lavadero de Balbís, perfectamente restaurado y protegido, donde las lavanderas podían hacer su trabajo sin temor a la lluvia, al sol o al mal tiempo. Está situado junto a un marjal que casi llega hasta Cozuelos, que dista casi un kilómetro. Muy cerca, la fuente La Barbecha, de humilde arca abierta y, al otro lado del camino, el manadero o fuentes de los Piojos, bien conservadas.
Entre humedal y pradera llegamos a Cozuelos de Fuentidueña, donde nos sorprenden la portada románica de la iglesia de la Asunción, las fuentes de Arriba y de Abajo con sus lavaderos y la denominada casa Grande.

Fuente La Barbecha
Atravesando el arroyo Cuadrados y sus praderas y luego los encinares del Vallejo, rodeamos Adrados para pasar junto a su cementerio y parar por un momento en la arruinada ermita románica de San Benito. Nada más llegar vimos que llegó a tener unos potentes estribos para sostener el empuje de la bóveda, que aún no se ha vencido del todo. A través de las rejas de la entrada pudimos contemplar el espacio interior y lo que queda de la bóveda. Y ahí quedará hasta que todas las piedras terminen cayendo… como tantas otras seculares construcciones.

Restos de San Benito
Un camino arenoso nos conduce hasta el pinar del Sotillo, donde la arena dificulta tanto nuestro rodaje que tenemos que apearnos en algunos tramos. Entre los pinos aparecen algunos chopos y choperas de color dorado. Al fin llegamos a Frumales. Pregunto por la fuente para beber y me dicen:
-No tiene agua. Ha sido un año muy duro. El Cerquilla tampoco ha resistido.
Y seguimos. A un lado la carretera y los pinares del Cega; al otro los cerros, cabezos, colinas, miras, lomos, buitreas y vallejos de un páramo que va a morir al Cerquilla. Un camino entre árboles se dirige hasta una yesera en la falda del Torontillana. Y éste nos dice que ya estamos en Dehesa Mayor, donde entramos, precisamente, por la calle o camino de la Dehesa, y aunque nosotros no hemos visto ninguna, queda el nombre. No ocurre lo mismo con el Torontillana, que hace referencia al torondo, turunda en latín, que significa chichón aunque ciertamente en este caso no lo sufre un cuerpo humano…
