Subida a La Parrilla, descanso en el Duero

Ruta muy completa: cuenta con subida al páramo, pinares y ribera del Duero. Es corta -unos 36 km- y no muy dura.
Tudela se encuentra abrazada por el Duero. En los últimos años han sabido aprovechar esta situación y las riberas se encuentran cuidadas y aptas para el paseo y el descanso. También hay amplios espacios para la pesca. Por cierto, cada vez salen más lucio percas.

Subida a la Parrilla

Antes de iniciar la subida cruzamos la vieja vía de Ariza. Los pinos y las majoletas nacen entre los dos raíles. Curiosa vía de comunicación.
La subida es el único tramo duro de toda la excursión; se trata de una cuesta empinadísima al final. Como además el camino se encuentra con profundas roderas o surcos, acabamos por bajarnos de la bici. Pero no dura nada. De modo que, una vez arriba, a respirar profundamente entre encinas y a ver el amplio paisaje del Duero. A veces se muestra con bancos de niebla que se acojen a la hospitalidad de las riberas…
Después de acercarnos al vallejo de Tovilla con su fuente, un buen camino nos lleva hasta la carretera; al otro lado nace -hay un manantial- el arroyo Valdalar. Y en un momento estamos en La Parrilla.

…y bajada

Hemos señalado un posible camino de bajada. Hay otro, un poco menos suave si no tomamos el desvío a la izquierda por el puertecillo. Entre arenosos pinares que ya huelen a resina llegamos a la pista forestal que nos llevaría -en sentido cotrario al de Herrera- hasta Fuente Mínguez . También podríamos acercarnos a visitar la ermita del Compasco.

Pinares

Ahora, por la pista nos flanquean buenos pinos de los pinares. Como no tenemos la  posibilidad de tomar un camino que no existe, vamos por la carretera en dirección Tudela. Luego volveremos a salir a otra carretera, la de las Maricas. Y siguiendo por el asfalto a través del raso de Portillo, que hasta aquí llega, nos desviamos finalmente a Hererra.

Herrera

Pueblecito pequeño, dependiente de Tudela. A juzgar por las pintadas –Herrera sola-, también quiere independiencia, como El Bierzo o Cataluña.

¿Qué ver por aquí? Además de los profundos pinares, la ribera del Duero. Y, en la ribera, la vieja pesquera en la que funcionó una aceña en el mismo lugar donde también hubo un puente de barcas. Y una cueva que, según la leyenda, conectaba con el castillo de Portillo. Hoy solo queda lo que fue un lagar. La gran piedra protege una esquina de la construcción. También abundanron en la ribera las fuentes y manantiales. Abundaron.

Pinos y riberas

Un camino cómodo, tranquilo y acogedor nos conduce entre pinares, encinas y el arbolado del río hasta Tudela. Tan descansados vamos que en alguna de las asomadas del Duero se impone el baño. Parece que ya estamos en verano y casi no ha empezado la primavera…

Los Pinos de las Abogadas, en Nivaria

Puedes ver el mapa en la entrada anterior.

Uno de esos lugares mágicos que a veces hallamos entre el cielo y la tierra, llenos de poesía, vida latente y misterio, lo descubrimos, esta  vez, en el horcajo de los ríos Adaja y Eresma. Aquí está el despoblado de Sieteiglesias, la ermita de la Virgen del mismo nombre, la misteriosa Nivaria y otras ciudades o pueblos que se pierden en la noche de los tiempos, los tremendos pinos de las Abogadas y un puente que a veces desaparece bajo las aguas. Por si fuera poco, por aquí cruzaba hace milenios una importante calzada romana, atravesó durante siglos la cañada real leonesa y ahora discurren peregrinos del camino de Santiago. Y, todo hay que decirlo, hoy es un lugar olvidado entre ríos y pinares. Sólo una vez al año, cada 8 de septiembre, las gentes de Matapozuelos llegan alegres a celebrar las fiestas de la Virgen…

Nivaria

De por sí el nombre ya es un misterio. ¿Qué significa nivaria? Al parecer, hace referencia a la nieve, o al menos a su blancura. ¿Pero hay algo blanco por aquí? ¿lo hubo tal vez? Los historiadores saben que Nivaria estuvo en la calzada que unía Simancas y Coca y, después de hacer los cálculos oportunos, la sitúan en la confluencia del Eresma con el Adaja. Pero aquí lo que verdaderamente se ha encontrado son los restos de un importante asentamiento prerromano. También hay vestigios romanos, pero más bien escasos, en la orilla derecha del Eresma. Nivaria podría estar incluso cerca de Alcazarén, siempre camino de Coca… Tal vez dentro de unos años se consiga aclarar todo. De momento, nada nos impide dejar rodar la imaginación por estos pagos milenarios mientras contemplamos el discurrir de las limpias aguas fluviales.

Sieteiglesias

La ermita de Sieteiglesias es lo que queda de un antiguo pueblo. Amplia, esbelta, de tres naves,en ladrillo y con una simpática españada, domina el paisaje sobre una loma entre los ríos. El nombre no se debe a que aquí hubiera siete iglesias o ermitas ¡demasiadas!, sino seguramente a que estaba bajo el amparo o tutela de la Iglesia: subtum eclesiam, lo cual es más probable.

Se accede a ella desde Matapozuelos por un puente que casi no se levanta de la lámina de agua: tanto porque es bajo como porque el sedimento arenoso va elevando el lecho del río y tapando sus ojos. Total, que si el río crece un poco -lo cual no es raro en invierno o primavera- el camino queda cortado. Aunque la tradición dice que es romano, y seguramente hace dos mil años habría un puente en este paso, lo más ciero es que se remonte no más allá del siglo XVII. Es un buen sitio para conversar con el Adaja.

Ya cerca del horcajo vemos la casa del Pico cuidada y limpia, a la vez que protegida por alarmas.  Al lugar de la unión fluvial accedemos mejor desde la orilla izquierda del Adaja o bien desde la derecha del Eresma, cuando se está haciendo Adaja.

Pinos de las Abogadas

Por toda la zona afloran restos de cerámica prerromana. Aquí se unen los pinares de Mojados-Valdestillas con el campo abierto de Matapozuelos. Cruzan caminos, cañadas y calzadas. Pasan peregrinos. Y curiosamente aquí vemos el Pinar de las Abogadas, en la orilla derecha del Eresma. También las casa, en ruinas -como ya es costumbre en nuestros campos-, de las Abogadas. No sabemos qué abogadas serían éstas, aunque con certeza podemos decir que no se refiere a defensoras forenses, pues esta figura femenina es de ayer mismo. Tal vez las esposas de los abogados pero, entonces, ¿por qué en plural?, tal vez se trate de otra acepción de abogado como hablador, hábil, etc. ¿O vendría de ahogadas? Bueno, dejemos este misterio que tampoco es para tanto y tal vez lo pueda solucionar algún comarcano.


Lo realmente llamativo del paraje son los pinos que se encuentran a casi 2 kms de la confluencia y a unos centenares de metros de la casa. Son un grupo de tres o cuatro pinos inmensos, altos, corpulentos, con grandes ramas retorcidas. Y hubo más, pues quedan al menos los restos quemados de otro. No parece que estén catalogados (como el de Carranza o el de la Tableta) pero son singulares. Y se encuentran precisamente aquí, junto al Eresma, custodiando los restos escondidos de Nivaria, y esperando caer desplomados por el viento -nadie les quita las ramas muertas o peligrosas- o ser reducidos, como Nivaria, a cenizas.

De Valdestillas a Puente Mediana (Adaja y Eresma)

Seguimos rodando por Tierra de Pinares. Es lógico: en época de lluvias es el terreno ideal, pues no hay barro, sólo arena.
Esta vez hemos ido desde Valdestillas -cruce de cañadas reales- hasta  Puente Mediana, entre Hornillos y Alcazarén, unos 44 km en total. En esta entrada describiremos brevemente el recorrido completo y en la segunda nos quedaremos en el horcajo de la confluencia Adaja-Eresma.

Pinares y cañadas

El primer tramo discurre por una buena pista que nos acerca atravesando campos cultivados hasta el puente de piedra sobre el Adaja, junto a Sieteiglesias. Al Oeste hemos ido dejando la mesetilla del Monte, plagada de majuelos, si bien sólo distinguimos la silueta de un solitario pino. Luego, ya en la orilla derecha,cruzamos la carretera y bordeamos el recinto de piedra que fuera un zoo.
Después, vemos no muy lejos Villalba y la amplitud de los cielos castellanos. Y volamos hasta llegar a la ribera del Eresma gracias a las pistas abiertas hace poco.
Entre campos y pinares, por la cañada real recién amojonada, nos presentamos en Hornillos,lugar de avituallamiento.

Puente Mediana

Dejada la carretera, nos deslizamos por una vieja calzada entre almendros y junto a un delicioso prado ribereño hasta la puente Mediana, contruida en el s. XVII por Francisco de Praves para dar servicio al camino real de Valladolid a Toledo. Pero hoy es un insólito lugar .


Insólito por muchos motivos. Es un precioso puente de dos ojos apuntados al que se le está merendando lentamente la maleza. Arbustos y negrillos crecen en su firme y en las barandas de piedra. La parte superior se encuentra llena de musgo y verdín. Bien es cierto que, por debajo, las bóvedas parecen decididas a resistir. Y el paso se hace  estrecho, recordando un viejo contadero de ganado.
Además ha conservado el femenino, gracias al mantenimiento de su inseparable adjetivo, mediana. Y, por último, en los alrededores de la puente se oye suspirar a Luis Candelas, ese romántico bandolero con leyenda de bueno y cultivado que respiró en esta puente sus últimos instantes de libertad en verano de 1837;luego, en la próxima Alcazarén, era apresado por la Guardia Nacional, y muerto a garrote vil en otoño de ese mismo año. ¿O es que tal vez la entonces coqueta puente se enamoró del Candelas y ha mantenido su femenino por él? Entre el murmullo del agua y de las hojas de negrillo se sigue oyendo la copla:

que estoy en vela
para ver si me roba,
¡ay!, Luis Candelas…

Paraísos escondidos

Pero dejémonos de historias y misterios, y pasemos a la otra orilla del Eresma. Ahora vamos a disfrutar de alamedas, cortados bajo el pinar, pequeñas playas escondidas, agua cristalina, prados frescos y, en fin, olvidados paraísos que se han acogido a la frescura protectora del río.


Aquí empieza también la parte del trayecto, sí, más hermosa, pero también más técnica y complicada para la bici. Vamos a tener que poner pie en tierra más de una vez por troncos de árboles que se atraviesan, o porque la rodera -¡sí de la moto!- se ha estrechado demasiado. De todas formas, a pesar de los moteros, está relativamente transitable. Conviene tomar alguna de las sendas o caminos que bajan hasta la orilla para contemplar de cerca la corriente. Especialmente podemos aprovechar los utilizados por los vehículos forestales.

Brazuelas y el camino de Santiago

Acabamos saliendo al pinar de Brazuelas y,por el camino de Santiago y cañada real, descansamos del sendero ribereño. Claro que al cruzar entre Brazuelas y el pinar nos podemos quedar clavados en el arenal. Para compensar, un Santiago peregrino, fuerte e impetuoso, nos anima desde el otro lado de la valla. Más lejos un crucero que casi no se distingue también nos recuerda el Camino. ¡Bien por la gente de Brazuelas!

Pero Brazuelas es también un lugar con mucha historia. En un viejo documento podemos leer:

Nuño Sarracino y su mujer D.ª Eulalia ofrecieron al monasterio de Silos la aldea de Brazuela, cercana á la villa de Olmedo, la qual avían recibido del rey Alfonso VI. La fecha es Domingo 13 de Diciembre del año 1125, y expresó el notario, que D.ª Urraca reinaba con su hijo D. Alfonso

Además, en la fortaleza de Brazuelas -de la que nada queda- estuvo preso, por orden de Juan II de Castilla , el célebre Fadrique de Aragón, Conde Luna, donde murió en el año de 1434.  Y, por si fuera poco, a principios del siglo XX se encontró dentro de un muro, escondida, una imagen de la Virgen de la O, que hoy vemos en la iglesia de Santa María Magdalena de Matapozuelos.

Y muy de prisa, entre pinares y cañadas con renovados mojones, llegamos a la confluencia para tomar un camino técnico -aunque no tanto como en el primer trayecto por la orilla del Eresma- que nos conducirá hasta el Tamarizo casi por las aguas del Adaja, entre cañizos y saúcos. ¡Precioso también! Luego, cruzado el Adaja, llegamos de nuevo en Valdestillas.

Pinar del Llano de San Marugán

El Pinar de San Marugán -o del Llano de San Marugán- se encuentra al sur del término municipal de Portillo, limitando con los términos de Aldea de San Miguel por el Oeste, Megeces y Cogeces de Íscar al Sur y San Miguel del Arroyo al Este.

Ocupa unos 7 km2 de páramo y linda con otros pinares de Portillo que caen por la ladera hacia el valle del arroyo Mesegar.


Lo primero que nos llama la atención es que se asienta sobre un páramo de piedra caliza que aflora en numerosos puntos del pinar, y especialmente en los cantos. Casi no encontraremos la típica arena que constituye el suelo de la mayoría de nuestros pinares. No obstante, el pinar del valle -aviso para rodadores- es muy arenoso. Lo segundo a resaltar es que abundan los pinos, sí, es un pinar. Pero también los robles, las encinas, las sabinas y los enebros, de modo que realmente es un monte mixto. Y ya está descrito en lo esencial. Además, se encuentra surcado por numerosos caminos y senderos que dan la sensación de llevarnos po un bosque de montaña, debido a la variedad de arbolado y matorral, y a la hojarasca de roble que vamos hollando.


Recomendamos tomar una camino que sale a la izquierda de la carretera que va de Arrabal de Portillo a Cogeces. Primero nos cruzaremos algunas tierras de labor, hileras de almendros, luego nos conducirá por una arenal, si bien a ratos el firme parece mejorar. Veremos los restos de unas viejas corralizas a la derecha, que nos indican el sendero a tomar, por Cuestalava, y en un santiamén nos sitúa arriba, ya en el Llano.
Nos vamos hacia la izquierda para contemplar el valle del arroyo Mesegar, con la silueta de Portillo al fondo. También distinguimos, a la izquierda y lejana, la torre de la iglesia de Aldeamayor. Y la plantación de chopos donde estuviera la laguna del Toro, desecada hace unos años.

Lo mejor es seguir un camino que no se aleja demasiado del cerral y que en ocasiones tiene hijuelas o senderillos que nos llevan a espectaculares miradores. Enseguida vemos el valle del arroyo del Henar, con las laderas que suben al Riscal, donde se asienta el único sabinar de la provincia. El canto del páramo se confunde con la cañada real Leonesa Oriental, que baja hacia el valle justo donde éste se ensancha.
Un poco más allá vemos la amplia vega del Cega, especialmente ensanchada por el recibimiento de los arroyos del Henar, Valseca y del Valle, con Cogeces al fondo y diferentes laderas donde distinguimos también una enorme cantera. Arenosas tierras de labor, caminos rectilíneos, grandes pinos y pinarillos…
Hasta que descubrimos un excelente lugar para estudiar un poco de historia natural: el canto muestra sus vetas y estratos en perfecta alternancia -caliza y tierra marrón- así como las mil formas escultóricas que el agua ha modelado sobre la caliza, despojándola de parte de sus entrañas. Se trata de fenómenos kársticos que producen lapiaces con pequeños canales, nidos de abeja, y otras esculturas. También han influído el viento y la arena.

Al fin llegamos al área recreativa de San Marugán, con balconadas al valle. Podemos seguir por el borde para descubrir, ya al otro lado de la carretera, los cortados y despeñaderos que se siguen formando, con grandes bloques  de caliza que se van desprendiendo y que a veces quedan como enganchados o colgados. Un peculiar cañón. Abajo, la línea de chopos que guarda al Cega, y las localidades de Cogeces de Íscar y Megeces. Al fondo, la sierra nevada. Y espacios profundos -arriba, abajo, de frente- y perfectos para contemplar la navegación de las aves.
La vuelta podemos hacerla por el límite del pinar con la tierra de labor que también posee este páramo. Distinguimos al Noroeste la ermita de San Cristóbal. Si tomamos un camino que sale a la izquierda bajaríamos por Aldea de San Miguel. En caso contrario, la senda que llevamos nos conduce a la carretera.

Y, ya cuesta abajo por la carretera, junto a un buen camino a la izquierda vemos los restos de la fuente Vallejo, con un banco que mira hacia Portillo en medio del terreno roturado.

Cortados del Cega


¡Que agradable es pasear entre el pinar y la ribera del río! Es lo que intenté anteayer pero no fue tan agradable como lo que en un principio pensaba. Y no  por la lluvia (suave) ni por el frío, que se había retirado a pesar de estar en pleno mes de enero.
Resulta que también la ribera del Cega se encuentra tomada por los moteros, y donde hace poco había un sendero firme junto al cauce, ahora hay un verdadero arenal aun en épocas lluviosas como la presente. De manera que doy el aviso a navegantes en bici. Aunque sólo recorrí desde Mojados hasta el puente del Compasquillo por la orilla izquierda, me dio la impresión de que el resto -las dos riberas hasta Viana- estaba igual.


Pero con paciencia, plato pequeño y piñones grandes pude hacer el camino admirando las riberas y con el Cega caudaloso y fuerte como no suele. Sin prisa fuimos comtemplando esa mezcla de  sauces y chopos entre negrales y piñoneros, playas de arena fina o pinos a punto de tirarse al río. Aunque los cortados del Eresma por Hornillos y del Adaja entre Olmedo y Ataquines son  más espectaculares, los del Cega son ciertamente muy interesantes y, en todo caso, facilitan un amplio panorama sobre la corriente y sus orillas. De manera especial queda encajonado al llegar al Cardiel, situación aprovechada por un molino -ahora centralita- para el correspondiente salto.

Villanueva de Duero, arena y gravas

(36 km aprox.)

En estos días fríos y lluviosos hay que buscar sendas y caminos sin barro.  Sitios ideales los vamos a encontrar en tierras de pinares y de viñedos. Villanueva de Duero es un buen lugar.

El punto de salida será la torre de la iglesia, más exactamente su lado Oeste. Veremos enseguida cómo la torre, de por sí imponente, parece crecer crecer en cuanto nos alejamos un poco de su base. Y eseguida se inicia el camino. Dejamos el cementario, cruzamos un arroyo, a la izquierda una era con almendros y un palomar derruido, y ya nos vamos por el camino de la Cerviguera, entre ésta y la fértil tierra de labor de la vega del Duero.

La cerviguera es un topónimo corriente en las tierras de Medina y de Pinares, y viene a ser una zona de intrincados arbustos y alta hierba. Efectivamente, así lo confirmamos a nuestra izquierda. Y aquí precisamente empieza a perderse parte de la memoria y tradiciones del pueblo. La fuente del Piojo, de excelente agua, ha sido literalmente asfixiada por la maleza; una curiosa fila de pilones que se extienden a lo largo, en paralelo al camino y bajo la cerviguera: se utilizaban para recoger el agua de todo este remanadero para regar las tierras cercanas, pero ahora están inservibles, desechos, y llenos de todo tipo de porquería. Y el agua mana muy poco: las salidas están obstruidas o modificadas por la gravera que hay un poco más arriba…

Pero la vega del Duero, las hileras de almendros, los dos chopos erguidos, el horizonte del páramo, y el cielo, siguen ahí, componiendo el viejo y nuevo paisaje de las cercanías de la villa.

El camino acaba subiendo un poco y bordeando la gravera. En las lagunas que se han formado es fácil observar aves acuáticas, ranas y lagún tritón.

Seguimos adelante y al poco de entrar en el monte de pinos y matas de encina nos encontramos con una estupenda asomada al Duero, desde la que podemos contemplar el río tanto hacia el Este -aguas arriba- como hacia el Oeste. Y seguramente que levantaremos bandos de patos y algún solitario cormorán. Impresionante este Duero.

Un poco más adelante, como en un amplio claro del bosque, vemos una explotación agrícola. Puede haber zanahorias, fresas, ajos, u otros productos similares. El agua no falta y la tierra -más bien arena- acoje muy bien las raíces de este tipo de plantas. Al llegar de nuevo al monte podemos seguir por el sendero, perfectamente señalado, o tomar un camino a la derecha que nos lleva al Terradillo, centralita frente a San Miguel del Pino.

Volviendo al sendero atravesamos junto a la finca del Puerto, donde pastan unos inquietos y curiosos potrillos que no dejan de observarnos.

En linea recta llegamos a la ermita de la Virgen de la Peña, que suele estar siempre abierta. Construida en ladrillo, por dentro es amplia y limpia; está dedicada a la patrona de la Villa y Tierra de Tordesillas -la de la localidad es la Virgen de la Guía- y cuenta con una amplia y profunda devoción en la comarca. A su vez, la virgen de la Peña siempre ha ayudado a los que a ella se acojen. No hay más que leer en el libro de firmas expuesto.

Bajo la ermita, junto al Duero, están las ruinas de las aceñas de la Peña, otro lugar paradisiaco para descansar entre el murmullo del Duero y la protección de los álamos. Pero es más apropiado buscarlo en verano. En este tiempo lluvioso e invernizo, mejor pedalear por los caminos que se extienden al Sur de la carretera que va desde la ermita hacia Serrada. Aunque los majuelos estén inundados, los caminos -con charcos, sí- no tienen nada de barro y la grava está bien compactada. Por cualquiera de ellos, pasando o no por La Seca o Serrada, podemos volver a Villanueva. En la próxima entrada comentaremos el elegido.