Entre Torre de Peñafiel y Aldeasoña

9-octubre-063

La excursión de hoy discurre por esta comarca en la que el Duratón y sus arroyos tributarios, con caudal que se mantiene en verano, han aprovechado la abundante caliza para esculpir un paisaje de páramos rasos y ondulados, cantiles, vallejos, mogotes, cuevas, enormes piedras desprendidas del páramo… mientras que los hombres, por su parte, han levantado corrales de altas paredes, allanado la tierra en bancales escalonados y plantado almendros y majuelos. Es un terreno especialmente agradable a la vista y un poco duro, pero sin exagerar, para las piernas que empujan pedales.

Torre de Peñafiel, como tantos otras localidades de la Provincia, tiene más pasado que futuro. Es recoleta y luminosa, con abundantes fuentes y manantiales y una arroyo que viene del Olmar; actualmente no llega a los 40 habitantes. Vemos, por las bodegas, la importancia que siempre tuvo el vino en esta zona.

Viñedos desde
Viñedos desde Aldecastro

Entre el pueblo actual y el río se levantó, en otra época, un poblamiento del Neolítico, o sea, de hace unos 5.000 años, y en la misma zona se han descubierto tumbas de épocas romana y visigoda. Hoy podemos vemos la zona, vallada, en la que se intuyen construcciones y se deja ver un muro que, por su factura, podía haber sido levantado por nuestros abuelos hace cien años.

Por otra parte, nada más comenzar nuestra excursión subimos al cerro de Aldecastro, justo encima de Torre. Por tanto, también hubo un castro o castillo, seguramente en los primeros momentos de la repoblación. Lo de de Alde- se deberá a que hace siglos, Torre se llamó las Aldehuelas; luego, ganó en categoría. En Aldecastro sólo queda un majano, en el punto más alto (882 m), y restos e corralizas en la zona oeste. Lo mejor, sin duda, es el paisaje de Torre y del Durantón que se contempla.

Sabina sobre el valle del Duratón
Sabina sobre el valle del Duratón

Con el valle al este, alcanzamos la fuente de Vardiago (o Valdiago),  que conocemos bien de otras excursiones. Se encuentra en una cañada real burgalesa o soriana que sube desde Rábano y se dirige hacia Cuéllar.

Y ahora, rodando varios kilómetros en línea recta hacia el sur llegamos  a Las Enebradas, punta del páramo sobre Laguna de Contreras que domina una amplia zona del Duratón. Por momentos, rodamos entre enebros –algunos de buen porte- y encinas.

Cueva de pastores
Cueva de pastores

Después, en un continuo y no muy fuerte sube y baja, en el que pasamos por rastrojeras y majuelos, bancales sostenidos por grandes piedras, espuendas, barcos, barrancos –que así se llaman los vallejos de esta comarca- y alguna cueva destinada a refugio de pastores, aparecemos en un idílico lugar denominado Las Fuentes, lleno de maleza verde y arbolado. Los supuestos manantiales se encuentran tan asfixiados por la maraña que no pudimos llegar a ellos. Pero si nos encontramos con la simpática fuente del Piojo, que más bien debería llamarse fuente de la Parra que ahora le adorna en vez de los molestos piejos.

El camino nos llevó, siguiendo el arroyo Pelayos y un precioso calvario de factura popular hasta Aldeasoña, en la que entramos por las bodegas. Entramos pero no profundizamos, si bien se adivina que es un pueblo tranquilo y típico de la comarca por la que nos movemos. Desde aquí ahí un precioso paseo a lo largo del arroyo de la Hoz hasta Membibre, que hicimos en parte en otra excursión. Como ahora no tenemos demasiado tiempo nos fuimos por la carretera (?) de Calabazas de Fuentidueña. Se trata de una pista estrecha y asfaltada por la que no circula nadie, pues nadie se cruzó con nosotros y en las grietas de su asfalto crecen tranquilas algunas plantas.

Bancal
Bancal

Al llegar a la Cruz de la Cañada tomamos el Camino Real de Segovia hacia el norte, que nos llevaría, en línea recta, hasta Laguna de Contreras. Rectos, pero también con algunas cuestas suaves en Las Hoyadas y en el alto de Pedro Vela. Al iniciarse la bajada hacia Laguna descubrimos un escondido manantial de buen agua: es la fuente Turrubiel, que dispone hasta de un vaso para el sufrido caminante, o ciclista en este caso. Aunque el nombre parece referirse a turbiedad, nada más claro y limpio que sus aguas, de las que bebimos. Y a disfrutar de la bajada con el paisaje de las alamedas y choperas del Duratón, al fondo.

Calvario
Calvario

Después de visitar la fuente Espinosa (con agua pero convertida en una arqueta de cemento de la que se escapa el líquido) nos metemos por el valle del arroyo Bayurenzo. Es ancho y acogedor, con restos de corrales en las laderas y algún manantial. La cuesta es larga pero suave, pues en 3 km salvamos unos 125 m de desnivel.

Ya arriba, respiramos de nuevo el aire del páramo; las montañas del Guadarrama al fondo -con la sierra de Pradales delante- ahora se ven mejor pues el sol, ya en caída, las ilumina de lleno. Rodamos cerca del cerral, pasando por Fuencalenteja y distintos corrales, saludamos al enebro de Pingaperros y, finalmente, bajamos por el valle del Horcajo hasta enlazar con el que viene de Valdivela. Todavía descubrimos una fuente ganadera más, con dos abrevaderos –volvemos a la cañada real burgalesa que cruzamos en Vardiago- y un manantial y ya, bajando por la vía pecuaria, nos plantamos en Rábano.

Manantial de Turrubiel
Manantial de Turrubiel

Sólo nos queda tomar el camino de la ribera izquierda del Duratón donde nos acaricia la brisa fresca de su arbolado y nos plantamos en Torre, de donde salimos. Nos hecho unos 53 km aproximadamente. Aquí tenéis el recorrido.

El bosque que acompaña al Duratón
El bosque que acompaña al Duratón