Novísimas fuentes de Toro

Tenía guardado en la memoria que aún nos quedaban por descubrir y conocer algunas de las más de cien fuentes de Toro que se recogen en el libro de M. Otero, en concreto las que se encuentran en la ladera, hoy recubierta de pinar, al oeste de Toro, que da a la carretera de Zamora.

No es fácil dar con ellas, pues el que va por allí por primera vez se siente perdido y todo le parece igual: pinos, vallejos, montículos, alguna tierra de labor y arena, mucha arena… No hay perspectiva para reconocer nada. Antes no era así, sino que la ladera se distribuía en pequeños josos delimitados por almendros y destinados al cultivo de la vid y árboles frutales varios.

Fuente de la Loca

Pero bueno, sea como fuere, nos lanzamos a intentar descubrirlas. En la primera, la fuente de la Loca, hubo suerte. Tomamos desde Toro el camino del Cementerio, desviándonos luego hasta el vértice geodésico del Carrascal. Desde allí nos aventuramos por el denominado pinar de Valdigales metiéndonos en el valle de la Loca. Por fin la descubrimos, sin un solo sendero que a ella condujera, perdida en un pequeño claro del pinar. Bastante destrozada, toda ella en ladrillo mudéjar, aún conserva parte de su estructura; un armonioso y original  frontal resalta en el claro; delante, los restos de un pequeño pilón y detrás, el arca, que fue doble. Seca, por supuesto. Y ahí la dejamos, perdida y un poco menos olvidada, al menos en nuestra memoria.

Desde el Punto de Mira

De aquí nos fuimos hasta el Punto de Mira, o teso de Mirazamora. No llegamos a ver Zamora, pero el Punto nos ofreció una buena vista de Toro y de la vega del Duero. Quien Toro quiera comprar, mírelo desde el Carrascal, que viene a ser lo mismo.

Siguiente objetivo: fuente del Regato de los Confiteros. ¡Agua! No la encontramos. Debimos pasar muy cerca pero… o ya no existe, o está en un cercado de los muchos que hay, o se nos escabulló, la muy pillina. El caso es que nos quedamos con las ganas.

El Cañus Verus

Tampoco dimos con la siguiente, la fuente de Doña Elvirita, pero en este caso se debió a que el camino tenía una verja y una puerta cerrada, lo que viene a significar un claro prohibido el paso. Más suerte tuvimos con el latino Cañus Verus, una maravilla de fuente si mantuviera el agua. La encontramos en un recodo del camino, a la izquierda, según subíamos desde las aceñas del Vao (o del Bao, o del Vado) hacia el norte. Una pared de ladrillo con un banco en piedra protege el arca, con puerta metálica, y, a la derecha, perpendicular, el pilón. No tiene agua, pero, si la tuviera, alguno no se movería de allí… [Una bodega de Toro tiene un vino al que le ha denominado así, Cañus Verus, es una manera de, al menos, conservar el nombre]

Fuente de Casa Calvo

Dimos otra vuelta por ver si encontrábamos a la de los Confiteros, pero nada. Hubo más suerte con la fuente de Casa Calvo, accesible, no muy lejos de la arruinada Casa, sobre un arenal y asfixiada entre zarzas y pinos. También cercana al camino del Vao, dominando antiguos josos en los que todavía crecen frutales. Su arca recuerda una casita con puerta metálica y un adorno en el vértice del frontón. A sus pies, una balsa para regar, suponemos, la cercana huerta.

Fuente de los Bravos

Por su parte, los caminos que conducían las fuentes de las casas de Alonso y Samaniego estaban candados. Parecían propiedad privada y preferimos no saltarlos. De manera que nos fuimos buscando la fuente de los Bravos que, efectivamente, encontramos. Pero después de subir casi por toda la ladera de la cuesta de los Pinos, primero por un arenal incómodo y luego por una cuesta casi vertical. Al final, tuvimos que bajar hasta la fuente, perfectamente accesible por un cómodo camino desde el cruce de la carretera de Zamora con la de Salamanca. Vemos una puerta metálica cerrada con un candado nuevo, jambas a los lados y un frontón en forma de trapecio. Tal vez tuvo un pilón delante; dos piedras en forma de bordillo a los lados –repitiendo la idea de trapecio- y, entre ellas y la fuente, un piso compacto de canto rodado. Alrededor, además de pinos, mesas preparadas para merendar. Un lugar muy agradable pero, claro, sin agua.

Tuda

Este ha sido nuestro paso por las laderas de los Pinos, el Carrascal y Valdegales. Al cruzar por el Punto de Mira hemos hollado el firme de la antigua calzada de Albocela a Montealgre pasando por Amallobriga. También, buscando fuentes, hemos descubierto alguna vieja tuda en desuso. Los grillos estaban locos y algunos arenales, esmaltados de azul, blanco y amarillo.

Aquí podéis ver  el trayecto, que no aconsejo seguirlo completo, pues una de las bajadas (la de Casa Calvo) fue por una especie de pequeño barranco con cierto peligro.

También, por si a alguien le interesa, enlace a las entradas de otras fuentes de Toro en este blog.

Algunas fuentes de Toro (1)

Y otras fuentes de Toro (2)

Paisajes y más fuentes e Toro

Campos ondulados, casas de labranza, fuentes y tudas

En el país de las cuestas medrosas

Homenaje a Manuel Otero

Excursión a los caños

Bajada a la Guareña

Y dejamos un pequeño colofón para la siguiente entrada.

Fuentes de Urueña

El nombre de Urueña es un misterio. Muchos hidrónimos llevan esta raíz de origen celta o prerromano: ahí tenemos el río Duero, el Curueño o el Duratón, por ejemplo. Pero en Urueña no hay río, ni tan siquiera arroyo o fuente. Lo único que existió –hoy recuperada- es una laguna de origen artificial para recoger el agua de lluvia a modo de aljibe y, tal vez, sirvió de defensa para el castillo, si bien la función defensiva se conseguía mucho mejor con la escarpadura del páramo. En todo caso, ahí tenemos la actual laguna, lámina de agua que le da al paisaje urbano un contrapeso de suavidad y frescura.

Los Caños

Dejamos por hoy la colección dedicada a la Cuarentena y vamos tras de las fuentes de Urueña, pendiente desde el pasado verano.

Cierto que en Urueña no hubo manantiales. O no los hubo cerca, pues los carrasqueños debía bajar del páramo a los Caños para lavar y abastecerse de aguas potables. A principios del siglo XIX se construyó una espléndida caseta de piedra con escalinata para facilitar la toma de agua y a mediados se subió mediante un conducto o tubería hasta el pueblo. Entonces los aguadores respiraron. Hoy el abastecimiento de agua procede del Canal de Castilla, pero los Caños subsisten y suelen tener agua, si bien no muy abundante. El paraje, con su hermosa fuente, merece la pena.

En la misma ladera pero ya cerca del cerral frente a Urueña están las ruinas del monasterio del Bueso. A su lado, protegida por álamos, mana una fuente que llena la balsa utilizada en otros tiempos para riegos. Otro paraje singular, perfecto para contemplar las murallas de Urueña y la Tierra de Campos.

El Bueso

Cerca de la ermita de la Anunciada los mapas señalan una fuente que no hemos podido visitar, pues está en un recinto murado. Pero si seguimos el sendero que baja del sur, nos irá introduciendo en una zona estrecha y espesamente arbolada. En un recodo distinguiremos, escondida y normalmente seca, la fuente del Caño. Otro lugar fresco y tranquilo, refugio de avecillas, erizos y conejos.

Ahora vamos a situarnos en el comienzo del arroyo de la Ermita Vieja. A menos de un kilómetro de la Anunciada, en la ladera izquierda veremos, de lejos, como un reguero protegido por arbustos y piedras, y abundante en juncos. Ahí estuvo, no lejos del cerral, la fuente de la Golpejina, hoy totalmente seca.

En este paraje brotaba la Golpejina

Si siguiéramos por la ladera hasta tomar de bajada un camino que viene del monte, nos encontraremos con una pradera salpicada de fresnos, chopos y álamos. Ahí estuvo la fuente de la Reguera. Pero nosotros sólo nos encontramos con tres lechuzas campestres bajo una encina.

En el mismo lecho del arroyo de la Ermita vemos borbotar la corriente de la fuente del Pozuelico. Curioso: a partir de ese momento el arroyo, seco hasta entonces, lleva agua. Y cien metros más abajo vuelve a secarse. Esto, en verano. En primavera suele llevar agua.

Pequeño borbor del Pozuelico

En las laderas de este mismo arroyo, había una fuente frente a otra, y junto a la actual carretera de la Santa Espina, estuvieron las fuentes de las Fontanicas y de Carrelaspina, que no hemos visto porque  ya no existen. Al igual que la fuente de la Ermita Vieja, aguas arriba; ésta, además, en una zona vallada hoy.

Fuente Nueva

Ya comentamos en otra entrada que encontramos seca la fuente de Raposeras. Hace años, vimos fluyente la fuente Nueva, con su arca y abrevadero, al lado de una alameda junto a la carretera de Villagarcía. Hoy la veremos sucia y seca.

No sé si hay o hubo más fuentes en Urueña; tal vez las hubiera cerca del Sequillo, ya en Tierra de Campos, pero no hemos visto ninguna.

Entre Villardefrades y la Cuesta Tijera

(Viene de la entrada anterior)

Subida al páramo, entrada en los Torozos

Para subir al páramo de los Torozos apuntamos entre Almaraz y la villa de Urueña, inexpugnable con su muralla que parece continuación natural de la ladera del páramo.

Salimos de Villardefrades para pasar al otro lado de la autovía y después de llegar a un caserío agrícola, tomamos un camino bordeado de chopos y álamos dejando al norte Almaraz, hasta que llegamos al arroyo de la Ermita, que ha abierto una rendija en el murallón del páramo, y por ahí nos colamos. Está llena de verdor, con la humedad necesaria para que vivan varias arboledas, que ya han comenzado a vestirse con su dorado otoñal si bien se encuentran impenetrables a causa de la abundante fusca. Detrás, las ruinas del monasterio del Bueso (o Hueso). Siempre las ruinas; por todas partes en esta excursión.

Hacia el arroyo de la Ermita

Pasamos junto a la fuente de los Caños, elegantemente cubierta, que nos ofrece sus escaleras para bajar a los caños. Por una vez, por suerte, su cercado se encontraba accesible. De allí nos acercamos por un sendero entre almendros a la ermita de la Anunciada, en una pradería, bien a la vista de Urueña.

Aprovechamos la carretera de San Cebrián para subir al páramo. No se nos hizo ni costosa ni larga: a la derecha, el bosque de galería de un arroyo nos daba sombra y frescor y, a la izquierda, las entrañas del páramo nos mostraban los estratos de diferentes tipos de piedra caliza (clase práctica de geología).

Los Caños

En el monte, de nuevo pozos y fuentes

Rodando ahora sobre bogales y bien protegidos por las encinas de los montes Torozos, llegamos a la raya de San Cebrián, perfectamente señalada por un monolito. Justo cuando íbamos a tomar el camino de Tiedra descubrimos ¡oh casualidad! los restos de un precioso pozo ganadero, cuyo mínimo brocal de una pieza –¡ahora roto!- se ve que fue labrado en buena caliza; a su lado, una coqueta pila. Ya no queda sino una pared de la caseta que lo protegía. Ni del abrevadero que, se supone, estaba al lado.

Pozo en el monte

Nos vamos por el camino de almendros que parte del pozo hacia el oeste hasta que acabamos tomando el valle del arroyo de las Celadas. Este camino, como otros tantos, se encuentra bordeado de zarzamoras, rosales silvestres y endrinos. Hace calor: los insectos están muy pesados y las telarañas cuelgan de los manillares.

Vamos buscando la fuente de los Gallegos hasta que damos con ella. No puede ser más sencilla, es la mínima expresión de fuente, casi pasa desapercibida, y más con la maleza que este año hay por todas partes. En realidad es un manantial –que mana- protegido por una piedra más o menos plana. Peor suerte ha llevado la fuente de las Vecillas, a 700 metros de ésta, entre la carretera y una cañada. No queda ni rastro, solo algunas junqueras.

Fuente de los Gallegos

Últimos picos

Un camino nos conduce, en subida, hasta el alto de los Cotos, desde el que se contempla no solo el valle del Bajoz, sino también, al fondo, Mota y las otras cuestas y cerros que le hacen compañía. Una suave neblina atravesada por la luz del sol poniente le da al paisaje cierto aire romántico y decadente. Por aquí, ya se ve, todo es antiguo y está caído.

Cuando nos queremos dar cuenta ¡nos hemos quedado sin camino! ¿Algún problema? ¡De ningún modo!: tenemos nuestras bicis-cabras que nos conducen como si nada al fondo del barco de las Viñas, donde tomamos un camino que baja hasta el río Bajoz.

Cuesta Tijera y otras motas

Después de tres subidas al páramo, a alguno todavía le sobran fuerzas y de una carrera se presenta en la cima del cerro Cuesta Tijera, poniendo como excusa que hay un buen panorama sobre Mota. Pues claro que lo hay. Y abajo un buen lugar para descansar, lo que es igualmente cierto.

Las aguas de Bercero y Berceruelo

Bercero y Berceruelo son dos municipios que se encuentran en el extremo sur del páramo de los Torozos, en un pliegue formado por el arroyo del Molino que aguas arriba se llama de Juncos Gordos y que nace en Valdesamar, prácticamente en el mismísimo ras del páramo, en un lugar que destaca por una hilera de chopos. Y por otras cosas, como son los restos de un amplio corral, una zona pantanosa y la denominada Cruz del Pastor, levantada en memoria de un horrible asesinato.

Si Valdesamar está en la raya de Velliza y Torrelobatón, Juncos Gordos, discurre unos metros por este último término antes de llegar al de Berceruelo. Enseguida atraviesa un ramal de la cañada real leonesa, donde precisamente existe la fuente o pozo de Juncos Gordos, candada, con un buen abrevadero pintado de azul y rodeada de praderas. Es otro lugar creado por el arroyo, habitualmente verde y, por tanto, vivo. Antiguamente existió una venta para refugio de viajeros y caminantes.

Fuente de los Curas en el arroyo de Zorita

En Prados Nuevos el arroyo tiende a encajarse, de tal modo que una de sus laderas termina en la Atalaya, ya sobre Berceruelo. Nada más cruzar esta localidad recibe al arroyo de Zorita, que le llega por la izquierda. En el mismo cauce de este arroyo y a kilómetro y medio de su desembocadura está la fuente de los Curas, todavía reconocible en un ensanchamiento en el que vemos algunas piedras. No hemos visto la fuente del Almendro, un poco más arriba de la otra, pero lo cierto es que el arroyo -al menos este año- lleva agua.

El Caño de Berceruelo

Berceruelo es un pueblo pequeño, aireado, con densas alamedas, en cuesta, y con sus casas construidas en buena piedra caliza. Tan buena que tuvo dos canteras, cuyos restos podemos verlos todavía hoy, unos en el páramo hacia Velilla y otros en el páramo contrario, hacia Torrelobatón. Vemos también lo que queda -una bella y sencilla portada- de su vieja iglesia de estilo románico. También posee buenos prados, debidos precisamente a sus manantiales: cercano está el pago de Antanillas, topónimo que refiere la abundancia de aguas. Pero no hay que ir muy lejos para buscar fuentes, ya que también tenemos la fuente del Caño, recientemente restaurada y con una alameda próxima.

Arroyo del Molino

Y ahora estamos en el arroyo del Molino, que nace de la unión de los arroyos de Juncos Gordos y Zorita. Y es que, efectivamente, tuvo al menos dos molinos harineros. Uno al poco de salir de Berceruelo, como bien se puede apreciar por las enormes piedras que aun quedan de la balsa, y otro antes de llegar a Bercero, usado hoy como casa residencial.

En fin, los mayores de Bercero apreciaban el agua:

Tres cosas hay en Bercero
que nos las tiene Madrid:
la Trillona, la Perrera
y la fuente Valdecil.

La Trillona, ya la conocemos, es una fuente al oeste del pueblo, con un espléndido pilón, bien cuidada, y de la que todos los bercerucos hablan con orgullo. La Perrera fue otra fuente que estaba en la salida hacia el cementerio; hoy podemos ver en su lugar un prado cubierto de cardos con cuatro chopos, tapias de piedra alrededor y un montón de escombros. Y Valdecil ya no está en su lugar original, pues sus aguas fueron canalizadas desde la ladera del páramo norte hasta la plaza del Arrabal.

La Fuentica desde dentro. No tenía muchas mas perspectivas.

Pero hay más: a la entrada del pueblo desde Berceruelo, a la izquierda, escondida entre abundante maleza, podemos descubrir una joya: la Fuentica, típica fuente en bóveda de piedra, de las denominadas romanas. Hoy está completamente seca pero antaño no se secaba nunca, ni en el año de la sequía, como nos comentaron (que debió ser por la década de los 40 o 50 del siglo pasado). ¡Tiempos!

La Perrera

La ladera norte es especialmente húmeda. Ya comentamos la pérdida de la fuente del Cárcavo, allá por donde Delibes tuviera su último coto. En el mismo lugar, un poco más al este, estaba la de Valdecil. Y, más al este todavía, por el camino de las Regueras, llegamos a éstas, que casi se confunden con el mismo camino si no fuera por que éste se ha empedrado para que el agua no se lo lleve. Y un poco más allá, Valdelagua; su nombre lo dice todo.

En fin, ya se ve que el agua se derrochaba -y se aprovechaba- en Bercero, pero no como ahora. Además, en las afueras del pueblo vemos la muy depauperada y sucia fuente del Caño, construida en el año 1935 gracias a una canalización que viene desde la proximidades de la Fuentica. Se podía limpiar y restaurar.

En los girasoles del fondo estaba el manantial de Valdevasejo

En el valle que se dirige hacia Velilla estuvo el manantial de Valdevasejo, hoy bien seco.

Al poco de salir de Bercero, cruza la cañada Coruñesa y sale del ámbito de Torozos, y nuestro arroyo se encuentra solo ante la inmensidad de la llanura. Pero por pocos kilómetros, pues desemboca en el río Hornija precisamente en el puente de los Fierros, donde tuvo lugar la batalla de Villalar.

Como todos los años, excursión a los caños

…de Toro. Y es que no se acaban las fuentes. De Toro, de Peleagonzalo y de Valdefinjas, pues estos dos últimos términos municipales se encuentran incrustados en el de Toro, que es uno de los más extensos de nuestra región.

Y de los más hermosos y variados, que todo hay que decirlo: lo atraviesa un Duero que ya es ancho y caudaloso, y también el río Guareña, que viene a morir al primero; su orografía no es llana, sino que está salpicada de cerros, montecillos y colinas. Y su vegetación es variada, predominando el monte de encinas y de pinos. Pero sobre todo posee un viñedo muy cuidado, hasta el punto de que cada parra -y no es exageración- está tratada con verdadero mimo, como si fuera la única de una familia que se esmera en cuidarla con primor. Y, por si todo esto fuera poco, están las fuentes, que salpican -¿o salpicaban?- el paisaje toresano.

Salimos esta vez de Valdefinjas, que posee una gran iglesia a la que se le hundió la cubierta, lo que produjo el deterioro del interior hasta que la repusieron y consolidaron lo ruinoso. Y ahí está, esperando tiempos mejores en los que tal vez pueda ser visitada.

F. de Valdebuey

Pasamos junto a la ermita del Cristo del Humilladero y, recorrido un kilómetro, nos presentamos ante la fuente de Valdebuey. Va a ser, sin duda, la fuente más espectacular de todas las que visitaremos hoy. Se levanta en un majuelo, rodeada también por pinares y posee excelentes vistas que dominan las colinas próximas. Fue construida en el siglo XVI en piedra caliza de cantería y cubierta abovedada de ladrillo, con más de tres metros de altura. Todo ello le da un carácter clásico y esbelto, a la vez que peculiar por estar en medio del campo. No posee abrevadero o pilón, sino que desagua a una charca cercana. Tenía agua que parecía estancada, cubierta de lentejuelas verdes.

F. del Caño

Nos vamos buscando la fuente de las Zanjas, que encontramos próxima a una escombrera y oculta entre la maleza. Pero descubrimos que ya habíamos pasado por aquí hace dos años. De manera que seguimos rodando hasta la fuente del Caño, que está muy cerca de Valdefinjas, de la que no nos hemos alejado. Una pareja de patos levanta el vuelo de la charca donde desagua este hontanar. El arca es también de sillares de caliza y está cubierta con bóveda de medio cañón, abierta de frente al exterior. Tiene agua pero, al igual que la anterior, parece estancada y se encuentra cubierta de lentejas de agua. Es un buen lugar para contemplar los tesos y cerros que se levantan en este campo toresano.

Las subidas y bajadas fueron continuas

Rodamos por un camino que domina un ancho valle hasta la fuente de Ballestero, escondida en un pliegue del terreno y oculta entre almendros y arbustos. El arca, malamente restaurada, está semiescondida entre vegetación, posee bóveda de medio cañón de ladrillo mudéjar. El abrevadero lo vemos unos metros más abajo cubierto de maleza seca que aprovechamos para limpiar en parte.

Nos dirigimos hacia el norte pasando por el punto más alto de la excursión, próximo a los 800 m., y nos dejamos caer casi hasta la fuente de Valdemantas, que posee delante una amplia laguna. Al otro lado de la laguna, abriendo hueco en un zarzal, vemos la boca de la fuente, en un arca de piedra con planta circular. En las paredes, por dentro, cuelga un cubo y una taza que invitan a beber.

F. de Valdemantas

No encontramos la fuente de Valorio, en el terreno donde hoy se encuentran majuelos de la bodega Cyan; luego nos enteramos de que ha despareció por completo. Y seguimos ruta hasta la fuente de Fariñas, todavía en un agradable lugar donde casi no hay cuesta para que aflore el agua; en vez de monte, ahora se encuentra rodeada de viñedo, pero ha sido respetada en la roturación. Tiene bóveda de ladrillo y el resto es piedra de mampostería. Su boca esta formada por un dintel curvado sobre sillares, lo que da a la fuente su fisonomía peculiar. A la derecha, un muro de piedra formando ángulo recto sostiene para mayor seguridad la tierra y protege el pilón original, existiendo otros a continuación de cemento.

El siguiente parón toca en la fuente Robles o de los Pilones, que buscamos ya en pleno pinar. Y -¡qué pena!- la encontramos destrozada en un lugar que debió de ser precioso. Se oculta detrás de dos arizónicas plantadas a posta, como si tuviera vergüenza de mostrarse en su penosa situación actual. Tras ella, la peña vertical que exudaba el agua, hoy completamente seca. Vemos los restos del arca y del pilón, pequeño y en curva. Además, se muestra en su última construcción de ladrillo moderno y cemento. En fin, todo muy triste hoy, debió ser muy alegre hace unas cuantas decenas de años…

F. de Fariñas

Ahora rodamos por los caminos del monte y de la dehesa de Aldeanueva. El paisaje ha cambiado de manera notable, pues se trata de un denso pinar nuevo acompañado de viejas encinas. Hacemos varios kilómetros con algunos tramos arenosos hasta que intentamos salir a la fuente Raposa, cosa que no logramos porque ya no existe. Era una fuente-pozo que se encontraba en un terreno abrupto y lleno de zarzas, por lo que no era fácil llegar hasta ella. Hoy es un terreno roturado y limpio, cubierto por un amplio viñedo y de la fuente, queda el lugar donde se situó más tarde un motor para sacar agua del pozo.

Tampoco nos topamos con la fuente de Adán, y no porque no exista, sino porque se encuentra dentro de la dehesa de Castrillo y un vallado nos impide acercarnos. Seguimos nuestra ruta y las fuentes que visitamos ahora ya las hemos visto en otras excursiones: son las de Nicomedes, el Soto -esta en Peleangonzalo- y de la Muñeca.

F. de Valdefama

Y de vuelta a Valdefinjas pasamos también por la fuente de Valdefama, en Valdemediano, casi a ras de tierras, seca y perdida hoy en un picón entre monte y viñedos, pues ningún camino nos conduce hasta ella. A pesar de todo conserva parte de su antiguo encanto. Tiene un largo a la vez que bajo frontal y en el medio un hueco para acceder al agua, cuando la hubo. A la derecha, apoyado en un murete, vemos un amplio pilón. Y allí la dejamos, ante un paisaje luminoso, asomada al viñedo, recordando los tiempos en que daba de beber a gentes y ganados.

Una última apreciación sobre estas fuentes. Desgraciadamente no fluye abundante agua, y la mayoría están secas a pesar de que la última época ha sido lluviosa. Sin embargo, hemos visto que al menos alguien las ha limpiado desde la última vez que pasamos por aquí, eliminando la maleza que las asfixiaba. Otras muchas tienen un sencillo cartelito de madera con su nombre. Al menos, esto es de agradecer.

Y volvimos a Valdejinjas después de recorrer casi 50 km con un chaparrón que nos caló en la última parte del trayecto y unos cuantos pinchazos en las ruedas. Gajes del oficio.

Aquí el recorrido y un artículo sobre el mismo asunto de Durius Aquae.

…y de Corrales de Duero

(Viene de la entrada anterior)

Dejamos Curiel por el camino real de Burgos, o por lo que queda de él. Antaño debió de ser una vía bastante transitada: venía de Peñafiel y, por Curiel y San Llorente se dirigía hacia Roa. Este valle conserva, a pesar de la sequía, frescor y humedad. Al poco de salir nos encontramos con otra fuente que derrama un hilillo de agua que se acaba por escapar entre las rendijas del abrevadero. Y desde la que se contempla una bella estampa de Curiel. Un poco más allá vemos cómo gotea otro manantial y, ya en el borde del páramo, una zona de juncos y zarzas denota que cerca hay agua, aunque no la llegamos a ver.

Rodamos ya por la llanura del páramo, de tierra pobre que no se deja ver debido a la abundancia de cantos calizos. Al fondo destacan las copas de los altos pobos de la fuente de Isarrubia, pero no llegaremos a ella. Nos paramos a contemplar de cerca los curiosos majanos de esta comarca, cuyas piedras se encuentran colocadas en orden y acompañadas de pequeñas encinas.

Chozo cerca de la fuente de san Bartolomé

Poco antes de llegar a la fuente del Valle, giramos hacia la fuente de San Bartolomé o del Congosto. Espectacular. No pensé que podía brotar, a estas alturas de un año tan año, tanta agua en una fuente tan cercana al ras del páramo. Pero allí estaba, dando a luz entre la piedra caliza un auténtico arroyo. Antaño, si bebías a bocos aquí, te podías atragantar con un cangrejo, de tantos que hubo. O eso nos dijo un corraliego que andaba de paseo por los alrededores del pueblo. La fuente se encuentra limpia y con la caseta y abrevaderos recientemente restaurados, y el lugar es como un amplio circo que se abre en la ladera, donde te puedes sentar a contemplar el valle.

Fuente de San Bartolomé

Por cierto, en ese valle, en la ladera de enfrente se levanta un curioso chozo de pastor. Curioso porque la planta es cuadrada para luego alzarse en forma circular. La puerta se abre en una esquina y posee un ventanuco al norte. Hoy está en un campo de girasoles, antaño debio ser monte todo esto, como la ladera de la fuente.

Subimos desde la fuente hasta el monte de San Llorente: es de robles y encinas de tamaño mediano. En algunos claros, cultivos de plantas aromáticas. Vemos chozos y corralizas y algunos colmenares. La piedra caliza aflora por todas partes en bogales, en grandes piezas o pequeñas que se aprovechan para construir muretes que antaño delimitaban el monte. Es un lugar alejado de las poblaciones, por lo que puede escucharse fácilmente la paz que aquí aun sobrevive. Hacia el este hay una buena asomada al valle del Cuco.

En el monte de San Llorente

Bajando hacia Corrales nos sorprende la fuente de Honsequilla –Juansequilla para otros- con dos pilones, nunca echó un gran chorro, pero se podía beber del hilo que surgía y los pilones estaban bien llenos. Al otro lado del camino ha llenado una pequeña balsa que sirvió para regar una huertecilla. Hoy quedan algunos morales y nogales; el lugar se encuentra protegido por la ladera y una cortina de encinas.

Las Pinzas 206
Fuente de Honsequilla

Y ya sólo nos queda que dejarnos caer hasta Corrales de Duero. La vuelta –que también puede hacerse por el páramo- la hicimos por el valle del Cuco, para disfrutar contemplando laderas de monte, prados y alamedas del arroyo Madre, y la peculiar arquitectura popular de estos pueblos que antaño se unieron bajo la cabeza de Curiel. En Bocos salimos al valle del Duero para pasar de nuevo –esta vez por debajo- junto a las enhiestas Pinzas que, con el permiso del castillo de Peñafiel,  dominan esta ancha vega.