En pleno mes de agosto, una nube baja nos sorprendió en Sardón de Duero descargando un buen chaparrón que pudimos capear gracias al chubasquero. Duró poco, pero refrescó el ambiente haciéndolo más respirable. Duró lo que dura la vía de Ariza en bici desde el pinar de la Nava, en los aledaños de Sardón, hasta Puente Hinojo. Aquí, tímidamente, saló el sol e hizo más llevadera la rodadura.

Atravesando prados arenosos y pinares resineros llegamos a embocar el valle del Valimón que se nos abría entre los picos Miranda y del Llanillo. Después, subimos al páramo por un sendero ladiego junto a la carretera de Quintanilla de Onésimo a Cogeces. Una vez arriba seguimos el cauce del Valimón, pero desde su cerral de abundantes cantiles, por el trazado –aproximado- de la antigua cañada de Peroleja, que sube a la paramera más allá de Quintanilla de Arriba y baja definitivamente por Alcazarén. Pero esta es otra historia (trashumante y merinera) que nos gustaría rodar y contar en otra ocasión.

El caso es que, cerral o cañada o ambas cosas, constituyen una balconada inmejorable con vistas al Valimón, que no se resiste a enseñarnos todos sus secretos: caídas abruptas en una ladera, suaves faldas en la otra, piedras enormes más allá; sauces y chopos que señalan manantiales y fuentes; rastrojeras y campos agostados por los calores o todavía verdes gracias al regadío; pinares y grandes encinas aisladas… Paisajes dignos de ser contemplados. Junto al camino, nos llamó la atención un curioso monumento in memoriam de la peña Jarra y Pedal a un peñista fallecido. DEP y ruede por montes llenos de cerveza, sosiego y amistad.

La cañada aquí no parece tener límites, pues las vías pecuarias solían ensancharse al cruzar montes. Este lo es de pinos, robles, encinas y sabinas, además de los habituales arbustos y plantas aromáticas. Se ve que está cuidado, pues se realizan cortas periódicas y se sacan las ramas y cortezas… Pero también es un monte que presenta zonas cerradas, donde encuentran refugio los jabalíes; aunque hoy no hemos visto ninguno, sí se han dejado ver numerosos corzos.

Acabamos en la fuente del Tasugo, que no deja de asombrarnos: en pleno estiaje mantiene sus dos caños generosos. Y gracias a eso, hay verdor en sus alrededores. Después tomamos la cañada de Valdelasno, que luego se llamará del Cantón para terminar de Villacreces –según por donde vaya cruzando- y nos asomamos por un mirador al valle del Duero, justo en el pico Rachado, sobre Vega Sicilia. Otro parón para llenar las pupilas y, esta vez, también la andorga. Antes, hemos pasado por numerosos corrales y chozos de pastor, hoy asfixiados por arbustos y pimpollos. No cabe duda, después de rodar por tanta cañada y pasar por tanta corraliza, de que esto fue otrora una tierra de pastos y ganados.

Comprobamos que la fuente de Carrecuéllar está seca (lo normal) y arreamos –que se nos hacía tarde- por el pinar para bajar a Quintanilla en el Basilón. Gracias a la sirga del canal del Duero llegamos volando a Sardón, entrando por el viejo cementerio aislado entre el río y el canal.

Este fue el trayecto seguido, de unos 55 km.