Quejigos en Quintanilla de Arriba y Manzanillo

Como aperitivo de la próxima entrada, dejo unas fotografías de robles quejigos de esos dos términos municipales. Son árboles peculiares -mitad roble, mitad encina- que antaño formaron verdaderos bosques en nuestros páramos y hoy los vemos reducidos a ejemplares aislados o bien matas en laderas o lugares inhóspitos. Con alguna excepción, como el monte de la Liebres en Valdenebro, verdadero bosque de robles.

Al llegar al páramo desde Quintanilla nos recibe este ejemplar. Conserva toda la hoja en un color ocre un tanto apagado. La verdad es que no hemos encontrado dos quejigos con la misma tonalidad y cantidad de hoja en sus ramas. Incluso la forma misma de las hojas -con má o menos dientes, o sin ninguno- varía, así como la dirección de las ramas y la forma de la copa. Sin embargo se distinguen perfectamente del resto de los árboles, incluso de la encina, compañera en estas tierras.

Este otro se asoma a Quintanilla. Tiene las hojas aparentemente más verdes y la silueta de la copa irregular. Se ha salvado gracias a que está justo en el cerral, y no impide el laboreo de la tierra. Parece que goza de buena vista.

A veces parece que crecen sobre la misma piedra, com este ejemplar en una balconada al vallejo del Pozo. Ha perdido abundante hoja pero aun le queda. Abajo, en el valle cuatro robles ocupan tierra de labor. Otros quieren acercarse al ras.

Buen ejemplar con abundante hoja todavía verde en medio de una tierra de labor. Las fotos corresponden todas al mismo día.

Con poca hoja y las ramas en forma de surtidor se asoma al valle del Duero desde el cerral. Los quejigos dan una bellota más pequeña que la de la encina. Son características sus gallaras, en forma de esfera.

Este elegante y equilibrado roble es algo así como el ejemplar serio de la familia. Recto, simétrico, no quiere perder sus hoja tan pronto. Ha conseguido sobrevivir en un campo destinado a cereal y no tiene tan buena vista como los del páramo, pero tampoco es mala en este amplio valle que conecta con el del Duero.

Otro más en el cerral hacia el valle del Duero, dominando una ladera de pimpollos y, más abajo, los viñedos de Vega Sicilia y Villacreces. Con hoja amarillenta y un tanto estilizado de copa.

En el término de Manzanillo y a la vera del camino que conduce a la localidad. Joven, de tronco delgado, parece que ha sido olivado por el dueño de la tierra. Hace a los caminantes y ciclistas más llevadero su viaje al romper la relativa monotonía del horizonte.

También en Manzanillo, este quejigo vigila los campos con las protección de un pequeño majano. Majano y roble trabajan juntos y hacen más difícil sus desapariciones…

También había algunos que, el día de la fecha habían perdido toda la hoja. Así son de distintos nuestros quejigos.

La verdad es que, siendo ellos mismos austeros, adornan la austeridad del páramo como nada.

En la próxima entrada hablaremos de cuevas y cantiles.

Autor: piscatorem

Los autores de este blog somos Federico Sanz (textos, fotos) y Óscar Domínguez (mapas, documentación). Tenemos escritos 7 libros de viajes y rutas, y un montón de artículos en diferentes revistas. Además, seguimos saliendo en bici todas las semanas. Si quieres, estas invitad@.

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