Cañada real Soriana occidental (en Segovia)

La cañada real Soriana occidental discurre desde las sierras sorianas hasta las dehesas más occidentales de Extremadura. Buena parte de su recorrido lo hace por la umbría del sistema Central, recorriendo las provincias de Soria, Burgos, Segovia, Ávila y Salamanca, donde cruza la sierra, para seguir por Cáceres –ya en la solana- y, finalmente, Badajoz. También, va cortando las cañadas reales Segoviana, leonesas y de la Plata.

Vaguadas de abundantes pastos, con Guadarrama al sur.

Esta vez hemos recorrido un cortísimo tramo de esta cañada, unos diez kilómetros, entre Torrecaballeros y Collado Hermoso, en las estribaciones de la sierra de Guadarrama. La cañada, aquí, discurre entre extensos praderías en los que pasta todo tipo de ganado: caballar, ovino, bobino… Y se encuentra perfectamente delimitada por cortinas o vallado de piedra, aunque empieza a aparecer el alambre de espino. Hay momentos del trayecto verdaderamente hermosos: la sierra a un lado, al otro la llanura y la cañada, a media altura dominando el llano. Todavía es primavera en estos campos, con la hierba verde y florida, y numerosos arroyos y regueras que bajan de la sierra con abundante caudal, destacando el río Pirón, que viene de la fuente del Mojón, junto al pico Negro.

Es normal encontrar ganado en la cañada

La cañada sube y baja como una cinta ondulante, y en sus proximidades podemos visitar corrales, tenadas, esquileos y ranchos. Esta zona segoviana era famosa por sus esquileos, pues aquí dejaban las merinas su lana invernal antes de subir frescas a las sierras.

Uno de los muchos arroyos

Antes de conectar con la cañada propiamente dicha, pasamos por un puente de una sola –y enorme- laja sobre el río Ciguiñuela, en Cabanillas del Monte, donde además vimos la primera casa de Esquileo. Luego pasamos junto al rancho de la Marquesa, ya en la cañada real, y más tarde por el rancho de Alfaro.

Pero ya dijimos que por la cañada no dimos sino un corto paseo. Desde Collado Hermoso nos acercamos hasta las ruinas del monasterio de Santa María de la Sierra, en un tupido robledal, pero encontramos el recinto cerrado a cal y canto. Y en Sotosalbos nos llamó la atención la galería porticada de la iglesia románica de San Miguel, cuya decoración sólo hemos visto en la iglesia de San Pedro de Gaíllos. También pasamos por la fuente de Abajo y la cruz del Canto y por el descansadero del Herrero, donde contemplamos el antiguo potro de herrar.

Restos del rancho de Alfaro

Nuestra trabajo nos costó llegar a Pelayos del Arroyo, pues el camino desapareció en un intrincado robledal; menos mal que acabamos encontrando otro que nos llevó hasta esta localidad y vimos otra preciosa iglesia románica, la de San Vicente Mártir.

De nuevo robledales adehesados con prados floridos hasta llegar a Santo Domingo de Pirón, que posee otra iglesia de aire románico con potentes canecillos en el arranque de la espadaña.

Después de atravesar praderas en las que pastaba ganado vacuno, pasamos por Basardilla, donde, naturalmente nos esperaba otra iglesita románica, esta vez dedicada al apóstol San Bartolomé. Posee dos ábsides en la cabecera y un crucero frente al aportada.

Ya sólo nos quedaba subir la cuesta que nos condujo hasta la ermita de Nuestra Señora del Pedernal para bajar tranquilamente a Torrecaballeros, donde terminamos esta excursión un día de este mes de junio en que los termómetros se acercaron a los 33 grados. Aquí, el recorrido.

Río Pirón

Este pequeño río, de 88 kilómetros de recorrido y 250 hectómetros cúbicos de aportación media al año, nace en la sierra de Guadarrama y muere en el Cega, entre los términos municipales de Íscar y Cogeces de Íscar, en un lugar un tanto perdido denominado la Huelga del Señor.

Aunque sea pequeño, nosotros hemos lidiado con él en más de una ocasión; por ejemplo, hace tres años nos impidió culminar una excursión… Esta vez pudimos superar uno de sus vados y sortear otros dos más. Y, lo que es más importante, lo vimos –casi por primera vez- joven y limpio, como un verdadero río de montaña aún no contaminado.

Así, recorrimos una pequeña parte de su cauce a unos 15 o 20 kilómetros de las cimas del Guadarrama. Aún son tierras relativamente llanas, dedicadas al cereal –y a engordar cerdos, que todo hay que decirlo- que conforme se acercan al cauce se van trasformando en dehesa y monte; el Pirón discurre por un valle donde produce verdes praderas y bosques de chopos y fresnos, que cae entre cortados y laderas muy inclinadas. Fluye describiendo meandros, ondeando  algas y ovas –en este tiempo incluso floridas de pequeños nenúfares- que se dejan acariciar por las aguas cristalinas sobre fondos de enormes cantos rodados… Cualquiera que lo ve piensa que es un auténtico río truchero. No obstante, seguro que sufre serios estiajes en veranos calurosos. Bueno, que nos sorprendió con un auténtico paraíso.

Además pudimos ver curiosos parajes en los que se mezcla la mano del hombre con la de la naturaleza de manera perfecta: así, el puente de las Covatillas, que salva el Pirón mediante dos limpios arcos de medio punto, o el molino del mismo nombre, que debió desarrollar una inusitada actividad en ese valle. También, la peculiar ermita rupestre de Santiaguito, que cierra una amplia oquedad en un cortado, acompañada de un sinnúmero de cuevas menores que seguramente fueron eremitorios. Una leyenda cuenta su origen en tiempos de la Reconquista.

Empotrada en la pared, la ermita

También nos sorprendió en Peñarrubias la ermita de la Virgen de la Octava, que domina desde un alto buena parte del valle. Al menos al exterior, se encuentra perfectamente cuidada; aunque de aspecto sencillo, al llegar a ella deslumbra su portada: en los capitales de las columnas que sostienen uno de los arcos se han esculpido altorrelieves vegetales que no se sabe cómo han sobrevivido a los siglos, tan a la intemperie, y un tejaroz protege la portada sostenido por canecillos… Una verdadera joya.

La Octava

Sin embargo, de la ermita de la Virgen de Agejas, en Cabañas de Polendos, sólo conserva la espadaña y tres paredes en total ruina. El lugar, eso sí, no puede ser más encantador.

Nos acercamos al humilde río Polendos, que fluye al Pirón; al rodar por el interfluvio de este río con el Pirón –y en otros muchos momentos de la excursión- tuvimos ante nuestros ojos la imponente vista de la sierra: la Mujer Muerta, el Montón de Trigo, Sietepicos, la Bola del Mundo… y, más al este, Somosierra. Y eso que el día estuvo gris, sin sol, además de frío para la época del año en la que nos movemos…

Fresnos mochos

Otros paisajes dignos de mencionar fueron las pequeñas dehesas de fresnos mochos en Cabañas; en general, abundan los fresnos y chopos mochos en la comarca. Su figura es muy diferente a la del árbol normal.

Casi enfrente de la ermita de Santiaguito está la cueva de la Vaquera, una amplia oquedad en la pared de la orilla derecha, bien protegida por arbolado. Es, tal vez, la cueva más accesible entra las muchas que pudimos ver en las paredes de cañón de este río.

La Vaquera desde dentro

En fin, todo esto –y mucho más que no hemos contado y se puede suponer- nos deparó la excursión por estas riberas del Pirón. Aquí tenéis el recorrido, de unos 32 km.