Campos de doña Jimena, en Palencia

¿Cuáles son las capitales de provincia más cercanas entre sí? Pues Valladolid y Palencia. Hoy Valladolid es la capital de la región, pero hace siglos, mucho antes de fundarse ésta, Palencia ya existía alrededor de la cripta de San Antolín…

En todo caso, Palencia es una coqueta ciudad a la que visita el Carrión que es cruzado gracias  a las Puentecillas. Así que la elegimos para esta excursión que traemos hoy a colación.

El Serrón

Canal de Castilla

Desde el molino de San Román en la ribera misma del río, tomamos el sendero junto al derrame  de la laguna de la Nava para llegar al acueducto de los Cinco Ojos –que ya no existe- del Canal de Castilla. Rodamos ya por la sirga del Canal, nos paramos en la esclusa doble de Grijota y luego en el Serrón, donde el Canal se parte en dos y así logra alcanzar tanto Valladolid como Medina de Rioseco.

El día estaba caluroso pero aquí, en el Canal, no se notaba. El fresco de sus aguas y arboledas nos llegaba antes que la calorina del día. Además, no habíamos llegado aún al mediodía. Y recordamos los viejos tiempos en los que cruzábamos el Canal desde sus tres puntas y sus alrededores para escribirlo luego en un libro editado precisamente en Palencia…

Aguas tranquilas

Abadía de Husillos

En el puente de Valdemudo –para muchos el más hermoso de todo el Canal- dejamos la fresca para dirigirnos a la vieja e histórica Abadía de Husillos, cuyos orígenes se remontan al siglo X. Merece la pena contemplarla. No lejos, el viejo puente de piedra también lleva muchos siglos en pie, viendo cómo las aguas se deslizan por sus arcos. Un poco alejado del pueblo está el barrio de las bodegas, recostado en la ladera que subimos para ir dejando atrás el verde valle del Carrión y la Tierra de Campos.

Subimos varias cuestas

Fuentes de Valdepero

Al poco nos presentamos en Fuentes de Valdepero, donde visitamos su castillo, su iglesia y nos fuimos a descansar un poco al frescor del atrio de la ermita de San Pedro. Junto a ella, una vieja fuente y un viejo horno para cocer cerámica han sido restaurados. Así no se perderá su memoria en la noche de los tiempos si las generaciones posteriores los quieren seguir manteniendo. Por cierto, en la pequeña pradera de la ermita, pudimos admirar unas estelas funerarias.

Estelas

Subimos ahora por Valpodre al cerro de la Cotorra, que está plagado de aerogeneradores, la nueva imagen de la modernidad que se incrusta en nuestro paisaje de toda la vida. Pero es que no podemos vivir sin energía eléctrica, por mucho que se nos llene la boca con sus efectos negativos… Al menos, las plantas en este valle siguen ofreciéndonos sus flores de siempre: lino blanco, lino azul, gordolobo, salvia, tamarilla… incluso se dejaron ver algunos ejemplares de la elegante orquídea acampanada, que sobresale en estas tierras austeras de Castilla.

La tierra del Cid

Orquídea acampanada

Llegamos a la Cotorra nos fuimos al cerro de la Copa, para descender al valle. El camino de Santa María por el que bajamos se parece más a una colada o vereda: los límites no son rectilíneos y posee abundante pasto. Parecíamos navegar entre los campos de cereal, todavía verdes.

Antes de entrar en Villajimena que se asienta entre cerros, en el horcajo de dos valles, nos encontramos con la Hontanilla, una densa alameda que esconde manantiales, arcas, fuentes y lavaderos. Un sitio fresco donde resguardarse de los calores extremos.

Una Moreneta castellana

En el centro del pueblo nos esperaba una tosca iglesia, con una torre casi chata a la que hacía más baja aun el tubo adjunto de la escalera. Pero es una iglesia equilibrada y digna, perfectamente conjuntada con el pueblo y sus alrededores de caliza y yeso. Y debe de ser muy antigua, como la población misma, pues la advocación –Santa Eulalia, mártir española- así lo denota. Por otra parte, la Jimena de la villa no es otra que la mujer del Cid, que recibió estas tierras como dote de su marido en la boda que se celebró en la iglesia de San Miguel en Palencia. Uno de los propietarios posteriores del lugar, catalán a la sazón, construyó en el siglo XVI una ermita a Nuestra Señora de Monserrat –que pudimos ver por fuera- seguramente la única que existe con esta advocación en nuestras tierras castellanas.

Tierras de Villajimena

Finalmente, antes de salir del pueblo, nos topamos con un curioso crucero de piedra, de tres cruces, incrustado en un muro también de piedra. Estas fueron las sorpresas que nos deparó un pequeño pueblo perdido entre los pliegues de unos cerros…

Entre Tierra de Campos y el Cerrato

Por un corto y empinado valle subimos de nuevo al páramo; nos recibió una dehesa cercada y tomamos un camino que surgía, junto a uno de sus límites. Al final, el camino, como en tantas otras ocasiones, desapareció y nos dejó tirados en medio de un páramo con campos inmensos de cereal y manchas de monte enciniego. Menos mal que entre los linderos acabamos saliendo a una carretera sólo frecuentada por ciclistas que nos dejó, tras una agradable bajada, en Valdeolmillos.

Ojos en el cortado, o minas de yeso.

Después de visitar esta localidad decidimos tomar dirección Palencia en vez de Magaz, que sería el camino más cómodo por seguir cuesta abajo hasta el Pisuerga. Por caminos de cereal ¡la cantidad de toneladas de trigo, cebada y avena que se fabrican en estos campos!, a la vista de viejas minas de yeso en las laderas, subimos al páramo –última subida- para a continuación bajar a Villalobón. Palencia nos esperaba a 3 km.

Aquí podéis ver el trayecto, según Durius Aquae, de unos de 62 km.