De Pingaperros a Valdelabuz

Pingaperros y el Botija

Nuestro primer objetivo era acercarnos al Enebro de Pingaperrros, en Rábano. De manera que a media mañana estábamos en ese pueblo y –casualmente- nos encontramos con su alcalde. Nos dio las explicaciones pertinentes y luego tuvimos la suerte de que otro paisano nos acompañara a tomar el camino que subía rodeando el Pico Cuerno. A media subida se contempla ya, a vista de pájaro, el valle del Duratón, con Rábano al fondo. Poco después descubrimos las ruinas de unos corrales, en medio de un sembrado y rodeadas de un gran vallado circular, de piedra.

Pingaperrros

La sabina acompañada
La sabina acompañada

Al poco de llegar al páramo, en un monte de encinas y enebros, allí estaba nuestro enebro, que en realidad es una sabina. Según los expertos tiene unos 400 años. A un metro de altura el tronco se divide en dos grandes ramas que parecen desgajarse. La madera de la sabina es muy resistente; tradicionalmente se utilizaba en los ejes de los molinos, siempre en contacto con el agua. Tiene la corteza marcada por canales, como si fueran tiras de piel de un paquidermo que se retuercen al seguir la dirección de las ramas. Su color gris se ve alegrado por motas amarillas de musgo seco. Es un árbol viejo, que –si hablara- nos podría contar los últimos siglos de la historia de este monte donde pingaban –o colgaban- a los perros.

Pero como no habla, después de contemplarla en silencio, seguimos dirección a Cuevas de Provanco. Los montes de encina y enebro van desapareciendo, dejando paso a una llanura plana, con algunos árboles que la salpican. No bajamos a Fuencanaleja, pero la vemos y la oímos desde arriba: brota abundante agua. Los caminos se van haciendo más pequeños y llenándose de hierba. Estamos en la parte central del páramo y no hay demasiada presencia humana. Campoarriba se llama este olvidado altiplano que parece rozar el cielo.

Cuevas de Provanco y el Botijas

Cuevas
Cuevas

Por fin, en la ladera opuesta a la que estamos, se nos muestra Cuevas. Ahí está, preciosa, con las casas esparcidas por toda la ladera y bien soleada. Hasta parece grande. La ladera por la que ahora bajamos no es menos agradable, pues está salpicada de viejos majuelos con sus guardaviñas, árboles frutales y algunas encinas.

Y ahora no nos queda más que remontar el valle. Remontando Cuevas todavía es amplio y abierto, con las laderas dedicadas al cultivo y abundantes praderías. Pero poco a poco se va estrechando hasta que forma un auténtico tajo de paredes abruptas de piedra caliza. En muchas de ellas vemos cuevas, y hasta corralizas que parecen milagrosamente colgadas del mismo cantil.

Vadeando el Botijas
Vadeando el Botijas

Por fin llegamos a Las Madres, o sea, los manantiales que alumbran el Botijas. En las proximidades quedan restos de corrales con enormes almendros en flor. La primavera está llegando a este rincón. Por el cielo cruzan solitarios los buitres.

Ascendemos –nos sorprenden cuatro corzos- por el único camino que no ha sido borrado aun y al llegar al páramo nos encontramos con un verdadero complejo de corrales y tenadas. En ruinas, por supuesto.

Y ahora, a rodar por tierra de nadie. Estamos muy cerca de la sierra de Pradales y del pueblo de San José, que se levantan al fondo. Y en el horizonte, el Sistema Central con sus cumbres blancas.

Llegando a Las Madres
Llegando a Las Madres

Coto de San Bernardo

Bajamos al valle del arroyo del Recorvo y tomamos una pista hacia el monasterio cisterciense de Santa María la Real. Se trata de un camino increíble, donde grandes robles, ahora desnudos, forman como un túnel que protege y adorna la pista. Hasta da un poco de miedo, como si nos fueran a enganchar con sus delgadas ramas. Claro que, en verano, ocurrirá todo lo contrario y formarán más bien un sombreado y fresco vergel.

Bajada al arroyo del Recorvo
Bajada al arroyo del Recorvo

Al final está el monasterio. Con pena comprobamos que sólo se puede visitar los miércoles, siendo hoy sábado. Un perro nos quiere impedir la entrada, pero nos hacemos amigos y acaba por franquearnos el paso. Preciosa fachada de la iglesia, compuesta por una entrada abocinada y, encima, un enorme rosetón. Antes, un grupo de ciclópeos chopos protegen la entrada. Parece un lugar encantado. Hasta el claustro, que voló un día a Miami.

Ya de vuelta, pasamos por una fuente y llegamos a Sacramenia. Durante este trayecto, otro mastín nos acompañó desde el Coto.

Pista del Coto
Pista del Coto

La Cueva de Valdelabuz

Es la cueva que no encontramos. Nos hablaron de ella en Rábano. En Laguna de Contreras también conocían de su existencia pero no hubo manera. Después de sufrir una buena subida al páramo –ya era la tercera- la anduvimos buscando bajo el cerral. Aquí las laderas están cubiertas de una densa vegetación tanto arbórea como arbustiva y tampoco hay demasiados escarpes donde se pueda presumir alguna boca de cueva. De manera que otra vez será.

Eso sí, vimos restos de corrales, de viejos caminos levantados a media ladera donde antaño hubo algún cultivo y pastos para el ganado. Y el valle del Duratón al fondo.

En busca de la cueva
En busca de la cueva

Al comenzar la bajada nos sorprendió la fuente de las Porqueras. Parecía recién restaurada, con su juego de pilones escalonados. Desque aquí prácticamente no hubo que dar pedales hasta la llegar a Rábano. De eso se encargó la fuerza de la gravedad.

Nos hicimos unos 54 km y esquivamos el viento bastante bien.

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Autor: piscatorem

Los autores de este blog somos Federico Sanz (textos, fotos) y Óscar Domínguez (mapas, documentación). Tenemos escritos 7 libros de viajes y rutas, y un montón de artículos en diferentes revistas. Además, seguimos saliendo en bici todas las semanas. Si quieres, estas invitad@.

6 opiniones en “De Pingaperros a Valdelabuz”

  1. Preciosa ruta, me ha encantado.
    Por cierto, una pregunta que no se alguien me sabría contestar ¿en que zona de la provincia de Valladolid quedan todavía enebros? ¿donde los llegó a haber antiguamente?

    1. Hola, Antonio, quedan enebros y sabinas, o bien desperdigados o bien en pinares y encinares en casi todo el Cerrato y páramos al sur del Duero. Hay un pequeño bosquete de enebros y sabinas -el Riscal- en Santiago del Arroyo.
      Un saludo

      1. Mí curiosidad venía de oir que antes eran muchísimo más abundantes y que en muchos lugares lamentablemente han llegado a desaparecer, muchas gracias.

    1. Amigo Gaudencio, en lo que va de año he tenido la desgracia de pinchar unas 10 veces, no queda más remedio que arreglarlo «in situ», afortunadamente hoy en día hay cámaras y sprays que ayudan, además de ruedas sin cámara, más difíciles de pinchar.

  2. Buenos días. Acabo de descubrir su página de rutas. Si me pasa un e-mail puedo enviarle las coordenadas de la cueva de Valdelabuz, si todavía están interesados en encontrarla, aunque se ha derrumbado bastante.
    Saludos.

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