Por la cañada merinera de Castrojeriz

El recorrido de hoy, nada menos que por una cañada real merinera, nos va a llevar desde el antiguo Priorato de la Quinta, en Valbuena de Pisuerga, hasta Castrojeriz. Como la inmensa mayoría de las cañadas reales al norte del Duero, sigue una clara dirección norte-sur.

Unía los puertos de la cordillera cantábrica con las dehesas de la Extremadura. Este -en otro tiempo- importante tramo, iba desde Castrojeriz hasta las mismas orillas del Arlanzón para cruzarlo luego por Quintana del Puente o bien cruzar el Pisuerga en Cordovilla la Real. Como veremos, el trazado casi se ha perdido. Ya no pasa ganado: ni rastro hemos visto de él, y la anchura se ha reducido desde las tradicionales noventa varas a la de un estrecho camino, salvo en el primer tramo que hemos recorrido y en parte de la zona poblada por aerogeneradores.

La subida por el monte

Hay que destacar que el tramo recorrido va siempre por el páramo. A ello estaban obligados los antiguos pastores para no toparse con los agricultores ni molestarlos. Y se ve claramente como rozan las vaguadas buscando agua o pastos húmedos, pero nunca llegan a bajar al valle. Por eso nosotros hemos podido hacer toda la primera parte del recorrido subiendo en Valbuena y bajando sólo al final, en Castrojeriz. O sea, rodando también por el páramo, manteniéndonos en él. Y eso tiene su encanto.

La cañada discurre entre campos de cereal sembrados también de molinos

En realidad hemos salido al encuentro de la Cañada en La Quinta, cuando ya lleva más de 7 km recorridos por la paramera. Desde allí hemos rodado por el monte del Caballo y la Encina Bonita, parajes todos donde se mezclan grandes encinas y robles con matas del mismo árbol sobre una alfombra de hierba y matorral todavía verdes y aromáticos, y sembrados de cereal. Un hermoso mosaico, la verdad. Destacamos también un chozo que forma una cúpula perfecta pero rota por una acacia que ha nacido justo en el lugar donde los pastores prendían el fuego.

Hasta aquí un camino normal con unas orillas de un metro o poco más. A partir de aquí entramos en el raso de los Quemados –o sea, que esto fue un monte como el que hemos dejado- que ha sido aprovechado al cien por cien para la agricultura y ahora también para plantar molinillos. El camino no es tan agradable y levantamos polvo. A cambio, posee buen firme, necesario para las máquinas que sirven a los molinos.

15 julio 051
Corrales cerca de la fuente de la Pedraja

Y… ¡qué curioso sistema de parcelación de la tierra! Son como largas y estrechas tiras de cultivo, de este a oeste, que vamos atravesando. El lado más largo tiene señalados sus límites por hileras de piedra que no llegan a formar una verdadera valla. Al menos el paisaje que resulta es más agradable y llamativo que esas grandes extensiones de cultivo de Tierra de Campos. Y recuerda las parcelas típicas del páramo de los Torozos, si bien éstas se encuentran limitadas por hileras de matas de roble.

Al tocar el inicio del valle de Valbonilla, la cañada hace un quiebro hacia el oeste para acercarse a la fuente de la Pedraja. Otra sorpresa: ¡qué chorrón de agua tan potente! Es como los dos de la fuente de San Pelayo juntos. ¡Aquí no hay sequía que valga! También vemos cierta extensión de prados; seguramente antaño había más. O sea, un pequeño oasis abierto en la austera llanura de Castilla. Siempre así.

Un páramo inabarcable que se come todo, hasta la cañada

La cañada continúa su dirección noreste. Ahora es un pequeño camino entre sembrados que se trasforma en una cinta de maleza entre las tierras cultivadas. Lo peor es que ya nadie pasa por aquí. Sólo dos locos en bici… ¿cómo vamos a conservar así nuestro patrimonio pastoril? Es imposible pero… ¡no dejaremos de cruzar!

El mapa señala corrales que ya no existen: del Mojón, de la Roza, de las Casillas… Todo así, todo cambiado, eliminado, a pesar de estar en pleno campo, en tierras despobladas y vaciadas.

Arrebatacapas

Atravesamos la carretera de Vallunquera, cuya torre de la iglesia se deja ver. Seguimos nuestro rumbo y vemos a lo lejos cómo se perfila en el horizonte el castillo de Castrojeriz ¡que  lo estamos pasando de largo! Pero no, al llegar a una carretera que cruzamos la cañada gira 90 grados hacia el oeste para enfilar Castrojeriz.  Hacemos dos kilómetros llanos, por el páramo, para asomarnos a los valles que se juntan en esa localidad. Al este, Villaquirán y el camino de Santiago; al oeste se abre el valle del río Odra.

Camino hacia Santiago

Y bajamos, bajamos hasta el collado de Arrebatacapas para rodear en ladera el cerro de San Cristol. Al fondo, se agranda Castrojeriz, que es largo como una cañada que abraza a un cerro…

¿Dónde nos deja nuestra cañada? Justo en la misma puerta del convento –gótico- de Santa Clara. Abrimos despacio la puerta y pasamos de la claridad del día a la penumbra de los cirios. Es jueves. Las monjas rezan al Santísimo Sacramento expuesto en la custodia y rodeado de velas. Sin duda a muchos pastores les pasó lo mismo que a nosotros. O algo similar.

* * *

Puente ¿o muro? de Bárcena sobre el Odra

El camino de vuelta fue más breve y rápido, y lo hicimos siguiendo el río Odra primero y luego el Pisuerga. Curioso Odra y curioso puente de Bárcena. Más que un puente parece un muro para atravesar una laguna o zona pantanosa. Supongo que el Odra, antiguamente, se extendía anchuroso e inundaba prados, y esa sería la razón del muro.

Después visitamos otro viejo puente –esta vez sobre el Pisuerga- para, finalmente, acercarnos a la presilla de Villalaco.

El recorrido -unos 58 km- puedes verlo aquí, y otra visión del mismo trayecto en este otro artículo.

Fuente a los pies de Santa María del Manzano (Castrojeriz)

Autor: piscatorem

Los autores de este blog somos Federico Sanz (textos, fotos) y Óscar Domínguez (mapas, documentación). Tenemos escritos 7 libros de viajes y rutas, y un montón de artículos en diferentes revistas. Además, seguimos saliendo en bici todas las semanas. Si quieres, estas invitad@.

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