Vegas del Valderaduey

Villavicencio

El campo sigue rezumando agua. Aunque no ha llovido mucho y las tierras están secas, los manantiales están volviendo a manar como nunca, y con frecuencia aparecen manchas húmedas en laderas y hondonadas. Las regueras y zanjas de Tierra de Campos vuelven a servir para conducir las aguas.

Esta vez el paseo lo damos por el valle del Valderaduey, entre los términos de Villavicencio de los Caballeros y vega de Ruiponce. Es un valle que tiene sus peculiaridades y belleza: amplio, de suaves elevaciones hasta las respectivas vertientes con los ríos Cea y Navajos, con colinas y motas, y con el cauce del río acompañado de hileras de árboles las más de las veces.

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Fuentes

Algunas fuentes por las que pasamos: la del Responso, en Becilla, echaba su hilillo de agua para llenar el correspondiente abrevadero. Mana en una ladera, dominando el amplio valle del Valderaduey. En el mismo término, la fuente de Gonzalín, junto a la cañada merinera, también tiene agua, pero ha sido cerrada para aprovechar la captación.

En Villavicencio, la fuente del Caño parece exhausta: un hilillo es lo que sale del caño. Pero los siete sabios de Grecia –que eso parecen los álamos que la arropan- siguen escuchándola con atención. Aguzando el oído, eso sí. Además, se les acaba de unir un chopo.

 

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Fuente del Caño

La fuente Tija, perdida entre campos de cultivo de Villagómez pero bien señalada por juncales, ha vuelto a manar, lo que ha provocado una pequeña inundación en las tierras lindantes de abajo. Y la fuente del Oteruelo de Vega de Ruiponce también tiene agua.

 

Praderas

En Gorzaliza de la Loma existe –al menos en primavera- un paradisiaco lugar. Es una pradera –ahora verde y salpicada de chirivitas- en la que dan ganas de tumbarse y no moverse de allí. Una buena hilera de álamos la protegen al sur, dando un poco de sombra y una fuente –la de la Alameda– que provoca una charca también nos refresca. Al fondo, la torre restaurada de la localidad y aun lado, un palomar.

 

Gordaliza
Gordaliza

En las cercanías de Gorzaliza, término de Bustillo, el arroyo del Charco provocaba otra pradera que ahora ha sido ganada para cultivos. Algunos sauces y chopos quedan todavía y una fuente alimenta un arroyo en el que ruge un verdadero ejército de ranas.

Y nuestra llegada a Villalba de la Loma se produjo por la hondonada del arroyo Venturas, que mantiene fresco y agradable este flanco de la localidad, en la que también se ha restaurado la antigua torre de la iglesia.

La Zamorana por Castroponce
La Zamorana por Castroponce

Ya volviendo, a la vera del Valderaduey y a la altura de Castroponce, vemos pastizales con abundante ganado vacuno; entre la fuente del Caño y el Valderaduey también se extienden las Praderas.

Pero realmente, Tierra de Campos es, en estas fechas una inmensa pradera con pequeños montículos, colinas y laderas, valles abiertos, y pequeñas motas que forman las alamedas.

 

La huella romana

 

La unión entre el puente y la calzada. Becilla
La unión entre el puente y la calzada. Becilla

Un puente perfecto se levanta, para salvar el Valderaduey, en Becilla. Es de piedra casi dorada por el sol. Y como es útil, armonioso, duradero… ¡no podía ser más que romano! Pero esta vez nos llamó la atención la continuación del puente, o sea, su conexión con la correspondiente calzada. Un tramo a cada lado, elevado casi un metro sobre el terreno y de largo casi ciento cincuenta, con bóvedas para que circule el agua en caso de avenida, completa la obra bien hecha. Nosotros, sin embargo, hemos construido al lado, en esa misma zona tal vez inundable, un polideportivo y otra nave más. Luego pasa lo que pasa. A los romanos ya sabemos por qué no les pasaba.

Castroponce
Castroponce

 

Y otras huellas

En Castroponce –su nombre así lo indica- debió haber un castro de origen anterior a la ocupación romana. Lo cierto es que desde el curioso mogote que domina el pueblo, puede contemplarse un amplio panorama de esta campiña.

 Al llegar a Villagómez la Nueva vemos el palacio de los Villagómez precisamente. A pesar del nombre –la Nueva– lo cierto es que predominan las ruinas. El palacio de los Villagómez lo es: vemos los restos del castillo, con sus cubos y aspilleras, y una fachada con imafronte.

La fábrica
La fábrica

Y antes de llega a Becilla por la Zamorana –vieja cañada y vía de comunicación con Zamora que va por la orilla del Valderaduey- llama la atención una enorme fábrica de harinas perdida y abandonada.

Nos cruzamos con abundantes rebaños de ovejas. Estas tierras son agrícolas sin dejar de ser ganaderas.

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Villalba de la Loma

villalba-de-la-loma69 km

¿Has estado alguna vez en Villalba de la Loma? Seguramente no, pues es una pequeña población sin atractivos aparentes, alejada de la capital y queda a trasmano de cualquier ruta.

Pero fue la primera parada en nuestro trayecto después de cruzar el Valderaduey en Castroponce. En Villalba se respira la luz de Tierra de Campos. Se esconde -y se presenta- entre llanuras alomadas, posee una fuente romana –un tanto modificada por el cemento de nuestro siglo- y palomares de todos los tipos y en todos los procesos de vuelta a la tierra. Por si fuera poco, la torre de la iglesia de San Andrés –lo único que queda de la iglesia- se ha aprovechado como atalaya terracampina.

villalba

En Saelices –San Felices– nos encontramos con el Cea. Una ermita blanca que brilla entre verdes cereales nos saluda en las afueras, aún en Tierra de Campos. Detrás, un palomar del mismo color y más atrás aún, Espigüete y Curavacas también se visten de blanco…  Luego, en el cauce del Cea, un viejo molino con su puente cortado se cae poco a poco mientras un pescador intenta –sin mucho éxito- engañar a los barbos. Una fuente en la ribera nos recuerda la de Villalba.

ermita-de-saelices

Y los palomares  se extienden de nuevo por la campiña del Cea. Vamos hacia la dehesa de San Llorente, ahora por el páramo leonés.

Nada hemos dicho de Castroponce, pero es otro de tantos pueblos de esta Tierra. De su personalidad resalta un teso aprovechado hoy para horadar bodegas si bien antaño hubo un castillo y mucho antes un poblado prerromano. La vega del Valderaduey le da agua y cierto frescor.