Marundiel, Villalbarba, Cirajas, la Vega y Mota

(Viene de la entrada anterior)

Como todavía no estamos cansados, subimos a Cuestajendre, al otro lado de la carretera, que termina en una pequeña cima plana y tiene una altitud de unos 820 m, Y aquí, quedamos saciados de paisaje, si ello fuera posible. Estamos rodeados de motas y tesos, de páramos y valles. También distinguimos La Mota, San Cebrián y Tiedra. A nuestros pies, la fuente y el pozo de Vecillas, con su pradera y contados árboles… Al bajar, no comprobamos si tienen agua o no; hace unos años sí tenían. También distinguimos, lejanas, las alamedas que bajo las cuales se protegen las fuentes de Tiedra.

Los chopos señalan la fuente Vecilla

Enfilamos ahora, por la vega del arroyo Marundiel, la cañada del mismo nombre. Se rueda con dificultad, pues la hierba está crecida y el antiguo camino, sobre la cañada, ha desaparecido. Llega un momento en que la cañada también desaparece, comida por las tierras de labor. Pero vamos junto a los álamos del arroyo y, al otro lado, se levantan esculpidas en yeso las cuestas de Tiedra (si bien Tiedra está al otro lado, pero las cuestas están nominadas desde la Mota).

Cuestas de Tiedra

La cañada se pone peor y cuesta arriba. Casi no se puede rodar. Hacemos lo que podemos por rastrojeras –bien- y por tierras levantadas –muy mal- hasta que, con paciencia y cambiando de dirección, acabamos en la carretera que nos deja en Villalbarba, donde tomamos resuello. Y contemplamos palomares. Y puertas, traseras, fachadas y el puente de piedra; todos son verdaderas joyas de la arquitectura popular. Y la fuente del Pozo de la villa, muy parecida a la fuente del Caño, de Mota, ya de adorno también, puesto que el agua nos viene a través de una fuente conectada a la red.

Cárcavo del molino de Cirajas

Buscamos la otra orilla del río para subirlo por un camino con leves subidas y curvas, hasta que nos encontramos con el molino de Cirajas. Al principio dudamos si esta construcción que está al lado de una explotación agraria de buen tamaño es lo que queda del antiguo molino, pues parece que se ha usado como taller de maquinaria y se encuentra un tanto remozado al exterior, y cerrado. Tampoco quedan vestigios de la balsa o del caz. Hasta que, finalmente, descubrimos el arco de la cárcava. Cirajas, hoy despoblado, estuvo donde el caserío de la explotación y se le cita en el tratado de Fresno Lavandera -donde se señala la frontera de Castilla y León- como territorio castellano.

Regolfo

Atravesamos ahora, entre cuestas redondas y la vega, el pago de Villafeliz, que fue un término municipal hoy despoblado. Cruzamos el Bajoz para llegar al molino de la Vega. Sí, también es una ruina. Una bella ruina que mantiene una balsa asimétrica, la cárcava, si bien las paredes de caliza están en plena caída. Lo mejor es que podemos ver una piedra molinera, ejes, ruedas dentadas y… ¡un regolfo o tonel metálico bastante bien conservado! Gracias a él, se aprovechaba mejor la fuerza de las (pocas) aguas de estos ingenios en ríos de exiguo caudal. El molinero poseía también acequias o canales para regar las tierras próximas, protegidas por cercados de piedra que aún podemos contemplar, e incluso llegó a utilizarse como palomar. Otro precioso lugar perdido en los confines de Torozos –entre León y Castilla- que, hasta hoy, desconocíamos.

Finalmente, estamos de nuevo en Mota del Marqués. Cuenta con dos iglesias: arriba, en la cuesta y en ruina, la del Salvador, como protegida por el castillo; abajo, en estado regular pero en uso, la de San Martín. Pues bien, como estamos en tierra de fronteras, la de arriba perteneció a la diócesis de Palencia (Castilla) y la de abajo a la de Zamora (León).

Molino de la Vega

Por si fuera poco, también podemos visitar la ermita de la Virgen de Castellanos, imagen rodeada de leyenda, ya que Fernán González plantó aquí su pendón protector, bajo la advocación de esta Virgen, al salir vencedor en Simancas contra las tropas de Abderramán III. Lo que sí parece comprobado es que originalmente la iglesia levantada en este solar perteneció al monasterio de la Encomienda de la Orden de los Teutones. También podríamos hablar del humilladero del Cristo y su precioso crucero, de casas blasonadas, del palacio de los Ulloa, en fin, de todo lo que fue esta Mota y ya no será…

Dejamos Mota saludando a la Cruz de Hierro, como tantos motanos lo hicieran al tomar el camino de Tordesillas.