Matilla de los Caños

Entre el extremo suroeste del páramo de los Torozos y Tordesillas se extiende un rosario de pueblos y aldeas: los Berceros,  Villavieja, Velilla, Velliza, Pedroso, Villán, Robladillo… Uno de ellos, que se encuentra en el punto medio, es Matilla de los Caños que no llegará a los cien habitantes. Lo de Matilla lo tendrán que determinar los filólogos, tal vez haga referencia al mismo término que Matajudíos y pueda significar algún tipo de monte o un hidrónimo. En lo de Caños no hay duda, por la abundancia de fuentes y manantiales en el término. En la misma localidad hay una fuente de dos caños, de buenas proporciones, que todavía hoy nos ofrece sus aguas (de dos tipos: por un caño agua tratada de la red y por el otro la de toda la vida).

Cuesta Blanca

El término se extiende por la ladera del páramo. Cuando los rayos del último sol de la tarde chocan contra la falda, desde Matilla el paisaje parece un cuadro dibujado a pastel. Así son los colores de los yesos, margas y calizas expuestos al sol rasante. Hacia el este destaca la cuesta Blanca y al oeste el páramo de las Mallas, que más bien es un estrecho picón. De la localidad hacia el sur el paisaje deja de ser un fuerte declive y se transforma en un conjunto de suaves cuestas onduladas moteadas de pinarillos y atravesadas por el arroyo del Prado. Al poniente linda con las laderas de Carricastro y al levante, tras del Pedroso de la Abadesa se levanta el páramo Valcuevo y el teso de  Valdelamadre; entre ambos  el collado de Pozuelo, agradable para cruzarlo en bici.

Matilla desde el páramo de san Pedro

Podemos dar una vuelta completa al término: es pequeño y hay un camino que lo circunda. Desde las laderas de Carricastro vamos en suave bajada, entre tierras de cereal y cruzando pinares hasta llegar al arroyo del Prado, que cuenta, efectivamente, con un ancho prado en sus orillas: está cercado porque pasta en él ganado vacuno. En el prado y en sus cercanías se suceden hileras de matas de negrillos y pequeñas alamedas.  Ahora todo está muy seco, pero en primavera es un pequeño vergel. Llegamos a una colina en cuyo punto más alto vemos el establo Cillero (o sus restos).

Rodamos un poco más y precisamente en Trasdepastores nos cruzamos con un rebaño de churras. Finalmente, bordeamos el conocido aeródromo de ultraligeros. Bueno ya no sólo, pues hay un helicóptero y varias avionetas.

Chopos en el prado del arroyo
Chopos en el prado del arroyo

Tomamos ahora el viejo camino de Villamarciel a Matilla que sube y baja entre pequeñas manchas de pinar y encinas aisladas, pasamos de nuevo por el prado del arroyo y nos desviamos para tomar la más vieja colada de Toro a Valladolid que, a estas alturas de la civilización, se medio pierde entre las tierras de labor a pesar de lo bien trazada que estuvo.

Finalmente, entramos en Matilla por la ermita del Cristo, junto a la que  descansan los cuerpos de los matillenses después de pasar por esta vida. Detrás vemos uno de los pocos palomares –muchos hubo hace años- que queda en pie.

Pinarillos

En las eras nos paramos a ver el chozo o caseto donde se guardaban los utensilios para trillar y separar el grano de la paja. Es muy original por su peculiar tocado: de buenas proporciones, sobre la parte superior en forma de bóveda, un tejado a un agua sobresale ampliamente cubriendo con generosidad las paredes de barro para que la lluvia no las eche a perder. [Hasta hace poco tenía una bonita puerta de madera tradicional; ahora la tiene metálica; bueno, si así se conserva mejor…]  Al otro lado de la era se arrumban viejos pesebres o dornajos para bueyes, bien tallados en piedra.  Ya nadie los quiere, aunque no dejan de tener su valor.

Caseto de la era

Nos acercamos a la iglesia, en el extremo sur del pueblo. Su pared oeste, desde la que arranca la torre, es el frontón donde los jóvenes juegan a la pelota, ahora con raqueta de tenis. Al otro extremo del juego se levanta la panera del cura, todavía en buen estado. Una barandilla de piedra que rodea el exterior de la iglesia por el sur, sirve de límite a una balconada desde la que contemplar el valle del Duero, con Tordesillas en el centro. Más lejos, las torres de las iglesias de Serrada, Ventosa y otras que, por no llevar prismáticos, nos quedamos con las ganas de distinguir.

El templo, rodeado de cruceros, está dedicado a Santa Eulalia de Mérida a la que el pueblo celebra el 10 de diciembre con una gran hoguera, recordando así la muerte de su Patrona mártir. En julio celebra también a santa Isabel y en mayo a san Urbano, que libró al pueblo de la piedra no ha muchos años.

A la derecha, la panera del Cura

Después de pasar por la plaza, visitamos la vieja fuente y subimos al páramo de San Pedro, que en realidad es un pequeñísimo trocito en la paramera de Torozos, lo único que pertenece a Matilla. El camino de subida posee buen firme y no es largo, ni con pendiente excesiva; antaño hubo junto a él un palomar y la fuente de Carremonte, donde hoy distinguimos algunos juncales. Arriba otra vez a contemplar el paisaje. Ya se ve que este término es de laderas y cuestas, no de llanura.

Campos

Hemos dejado de lado por esta vez una joya de Matilla: la fuente de Carralate, pero ya la conocíamos por otras andanzas. Está en un pliegue de la ladera, posee un buen abrevadero y algunos árboles de sombra. Es otro punto perfecto para la contemplación… y para merendar. Recuerdo una noche de verano en la que acabamos cenando en uno de las mesas que hay junto a ella. También pudimos observar los tres tipos de sapos que se dan en Valladolid, alguno de carácter muy cantarín.

***

El paseo de hoy continuó por el páramo hasta bajar hacia Carricastro por la cañada real leonesa occidental. O más bien, como de costumbre en estos casos, por lo que de ella queda. Aquí tenéis el recorrido según wikiloc.

Autor: piscatorem

Los autores de este blog somos Federico Sanz (textos, fotos) y Óscar Domínguez (mapas, documentación). Tenemos escritos 7 libros de viajes y rutas, y un montón de artículos en diferentes revistas. Además, seguimos saliendo en bici todas las semanas. Si quieres, estas invitad@.

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