Por aquí, si algo es muy viejo o antiguo solemos decir que es de cuando el Pisuerga tenía una orilla. Pues bien, hubo un tiempo en que Eresma, Voltoya y Adaja nacían en la sierra –como ahora- y, después de un trayecto en paralelo, desembocaban en el Duero por el mismo orden, sin llegar a juntar sus aguas. Y, aunque parezca un lío, el Eresma desembocaba donde hoy lo hace el Adaja; del Voltoya era el cauce del actual arroyo del Berral, que pasa por Serrada y vertía sus aguas frente a San Miguel del Pino, y, el Adaja desembocaba haciendo suyo el cauce del arroyo del Perú –que pasa por La Seca- o tal vez más al oeste aún.
En un determinado momento, el Adaja fue capturado por el Voltoya y, juntos, se dirigen al Duero por el cauce del actual arroyo del Berral, que pasa por Rueda. Después, el Eresma capturó al Voltoya a la altura de Coca y lo hizo tributario suyo. Así, queda sólo el Adaja ocupando el cauce bajo antiguo del Voltoya hasta que, finalmente, fue capturado por el Eresma a la altura de la actual ermita de Sieteiglesias (Matapozuelos). Todo esto nos parece curioso, pues lo que se mueve de los ríos no suele ser el cauce, sino el agua. Aquí, a lo largo de muchos miles de años, también se han movido -hacia el Este- los cauces. De modo que no nos valdría aquella adivinanza popular:
Nazco y muero sin cesar,
no obstante sigo existiendo
y sin salir de mi lecho
me encuentro siempre corriendo.
Hasta aquí lo que cuentan los geólogos después de concienzudos trabajos y comprobaciones. Nosotros, en la última excursión, comprobamos que todo cuadraba. O eso nos parecía.
En primer lugar porque pudimos apreciar cómo las terrazas que el Duero dejó en su margen izquierda, de casi 800 metros de altura- estaban rotas desde más arriba de Matapozuelos hacia el Duero, dejando en el fondo del cauce la localidad de Serrada. Evidentemente, parecía difícil que el humilde arroyo del Berral las hubiera roto él solito. Por aquí habían pasado, en otros tiempos, Voltoya y Adaja. Además, en alguna excursión anterior nos llamó la atención cómo desde el cerro Carrecastro –justo enfrente, en la orilla derecha del Duero, entre Velilla y Matilla- se veía un gran corte en la línea del paramillo y, en medio, la torre de la iglesia de Serrada.
Pero es que cuando salimos de Serrada para subir a las lomas de San Pedro, veíamos al fondo Olmedo: un anchísimo valle –no muy profundo, es cierto- sin río bajaba desde la Ciudad del Caballero, pasando por Matapozuelos y Serrada para terminar en el Duero (o tal vez venía de más allá, pues no se veía). Debió pertenecer al cauce inicial del Voltoya. Al Este de Matapozuelos se observaba un rebaje, que utilizaría el Adaja cuando paseaba por este valle cuando fue capturado por el Eresma.
Total, que en estas tierras venció el Eresma, que fue capturando a las otras corrientes. Pero se ha quedado con la fama el Adaja al que, además, le cantan letrillas por atajar al Duero. Cosa normal en España: quien trabaja duro queda oculto y un oportunista se lleva el gato al agua o, como en este caso, el agua a su cauce.
En todo caso, cuando dimos el paseo, pudimos descubrir un valle muy peculiar, hermoso y amplio, con abundante grava y ahora cubierto de majuelos rojos y amarillos.
Para saber más, ver el artículo de Tortosa, Arribas, Fernandez, Garzón y Palomares en la Revista de la S. Geol. Española en 1997.
Manejáis la bicicleta; imprescindible para vuestros garbeos. Domináis la cámara; imprescindible para inmortalizar vuestros garbeos. Y os paseáis por la historia; imprescindible para que yo amplíe mi exigua culturilla. ¡Hay quién de más!
Una guerra peculiar, la del agua que corre por nuestras tierras.
Bien expuesto.
Quería preguntar y preguntaba: ¿Hay quién dé más?
Gracias por compartir esta información, la verdad es que desconocía absolutamente el origen del Adaja,
un saludo!