¡Lo que cambia el paisaje después de una temporada de abundantes lluvias! Como del agua al vino, ya lo hemos apreciado en la entrada anterior y lo vemos de nuevo en esta, después de dar un paseo por los alrededores de Medina del Campo.
Y es que esta villa castellana se encuentra rodeada al sur y oeste por un cinturón de humedales y lavajos que ahora se encuentran esplendorosos, como nunca. Por aquí llaman navas a esas extensiones de terreno llano que se cubren de una lámina de agua en las épocas húmedas y en los que crece una hierba rala, sin casi flores ni cardos. En su interior también suelen aparecer lavajos más o menos grandes y calvas de tierra o limo gris o blanco. Sus aguas ahora están llenas de ranúnculos con sus flores blancas. Suele haber patos y vimos también cigüeñuelas.
Existen otros humedales más alargados y estrechos que suelen denotar una corriente de agua subterránea pero muy próxima al ras del suelo, que con frecuencia también se recubren de una lámina acuática.
Y, en fin, hemos visto enormes lavajos ocupando parte de tierras de labor. Se ve que hace años fueron eliminados por los agricultores y ahora, con las lluvias, vuelven por sus fueros perdidos.
Si bien da la impresión de que estos fenómenos son endorreicos, lo cierto es que se mantienen mucho tiempo después de las épocas lluviosas, y ello se debe a que son también puntos de desagüe del acuífero de los Arenales.
Junto a todos esto, pudimos comprobar que el Zapardiel llevaba aguas vivas -¡imposible de vadear sin una buena mojadura!-, que las zanjas siguen llenas de agua, que todo estaba verde como nunca, incluso los pinares tenían hierba en abundancia, y que crecen ya las setas y hongos de primavera. Además, algunas arenas de los pinares estaban verdaderamente movedizas, como si se fueran a tragar al ciclista que se había apeado de la bici después de quedarse con las ruedas hincadas.
Sin embargo, los caminos estaban secos y con buen firme; se rodaba bien. Bueno, estaban secos los que no estaban inundados con su correspondiente lavajo caminero. El viento no era fuerte y el cielo estaba gris, sin sol. Cayó un pequeño chaparrón que no llegó a ser molesto. Típico día de primavera.
Tomamos la salida junto al pozo de la Salud, en la ermita de San Roque de Medina y volvimos al mismo sitio pero sin ser exactamente los mismos, pues nos habían salido 50 kilómetros en cada rueda. O en cada pierna, según se mire.
Vaya bonitos que se ven así nuestros humedales.
No os habéis pasado por el Lavajo de las Lavanderas de Carpio? Creo que ya habían comenzado las obras del proyecto de ampliación aumentando su extensión en varias hectáreas y también contemplaban la colocación de varios observatorios de aves.
Un saludo.
Hace tiempo que no pasamos por Lavanderas, y la última vez que lo hicimos estaba seco, pero todo se andará. O se rodará.