Valoria y Valvení

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Esta excursión discurre por los últimos valles y cerros del Cerrato, cuando éste desaparece cortado por el caudaloso río Pisuerga. Valoria se encuentra a unos 2 km de la desembocadura del arroyo Madrazo en ese río, bien protegida por el pico del Águila al norte y por las laderas de Aguileras, al sur. Posee una original iglesia de planta exagonal, un viejo molino, palacios, una quesería, bodegas modernas y tradicionales…

Las bodegas

Empezamos la excursión por éstas últimas, y nos acercamos a la Bodega Grande, que en realidad es un grupo de bodegas de las de toda la vida especialmente cuidadas. Merece la pena dar un paseo por sus senderos para contemplar de cerca estas construcciones tradicionales. Son muchas, y las hay de todo tipo, tal vez las más llamativas sean esas con la fachada construida en piedra de tonalidades rosadas. Ideales para pasar una agradable tarde en compañía de amigos o familiares. Delante del montículo en el que se agrupan vemos una pradera en la que hasta hace poco hubo una fuente que ahora está clausurada.

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En la Bodega Chica

La denominada Bodega Chica no tiene nada que ver. Hubo menos bodegas y ahora no hay ninguna, pues todas están reducidas a escombros: o bien hundidas o bien saturadas de tierra y porquería.

De manera que subimos al páramo por el camino de San Millán. Bueno, pues este camino se acaba sin previo aviso cuando queda un kilómetro hasta arriba. Se ve que en otra época fue utilizado, pues el firme –destrozado por la escorrentía y lleno de maleza- puede adivinarse. Pero… como somos ciclistas todo terreno, llegamos al páramo como buenamente podemos. Al final, con la bici al hombro.

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Desde arriba

Una lengua de páramo

Como siempre, ha merecido la pena. Estamos en una lengua, o istmo más bien, pues dominamos tanto el valle del norte –del que venimos- como del sur. La parte más ancha se aprovecha para cultivo de cereal y la más estrecha es perdido con alguna encina. Pasamos junto al vértice Senderillo que también da nombre a las laderas hacia Valvení, o Miralrío, si miráramos hacial el Pisuerga .

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Pico de la Muedra

Navegando entre dos valles nos acercamos al pico de la Muedra o del Castillo. Desde luego, es un lugar perfecto para un edificio defensivo, pues domina un amplio territorio. Pero no queda rastro. Hacia Valvení las laderas, de tonalidades blancas, están acarcavadas por efecto de la lluvia y otros elementos.

Descendemos a campo traviesa. Desde abajo también impresiona la falda de este cerro: potente, proporcionada, blanca, formando una especie de circo acogedor, con un resalte de caliza más oscuro tres metros por debajo de la rasante del páramo…

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Laderas

Valvení, benigno ¡y largo!

Una suave subida y descendemos, esta vez, a San Martín, donde iniciamos un largo ascenso de 10 km hasta llegar de nuevo al páramo. El valle se irá, poco a poco, estrechando. A la derecha, hazas que ascienden suavemente; a la izquierda, laderas empinadas y mogotes desprendidos. Cada pocos metros, el paisaje cambia.

Pasamos por la Granja San Andrés donde pensábamos saludar a sus mastines, que suelen salir al encuentro de los ciclistas, pero deben estar trabajando con sus ovejas. De todas formas, nos paramos en las ruinas de la Ermita Vieja, antigua parroquia de San Andrés en otros tiempos que, a duras penas, mantiene el cementerio en un cercado contiguo: Aquí también vemos la fachada de un antiguo palacete, casas de labranza, ruinas y una fuente.

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Fuente de Santiago

El valle es tan largo que no cuesta subirlo. Las laderas se van llenando de robles y en el fondo de la cuenca hay abundante humedad e incluso corren todavía hilos de agua. Y llegamos a la fuente de Santiago que se encuentra a media ladera no lejos del ras del páramo. Echa dos chorros de agua, lo que no está mal pues ya nos encontramos en septiembre y sin llover. La han limpiado y han ampliado un espacio llano ideal para descabezar una siestecilla.

Un poco más y pasamos junto al Roblón, alto, enhiesto, en mitad de lo poco que queda de vallejo. Ya arriba, conectamos con la cañada real Burgalesa, donde alguien ha colocado un cartel explicativo.

…y el valle del Madrazo

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Cubillas

¡Qué agradable y largo descenso hasta Población de Cerrato! Pero no paramos sino a coger  agua. Por la cañada de Dueñas subimos, a campo traviesa y cruzando un descuidado joso, al páramo de enfrente. De nuevo nos paramos a contemplar el paisaje y luego a examinar un chozo de pastor con su correspondiente corral.

La etapa siguiente nos lleva al Castillo y a las minas de cal que hay encima de Cubillas. Bueno del Castillo sólo queda el topónimo, como en la Muedra. Cierto que es el lugar ideal para levantar uno, pero lo edificaron y luego –piedra a piedra- se lo llevaron, de forma que no quedan ni las huellas. De la explotación de cal quedan las laderas blancas bien abiertas con entrantes y salientes. Y, debajo, las casas, campos y caminos de Cubillas en medio de este valle cerrateño. Destacan una enorme iglesia –desproporcionada para tan pequeña localidad- y una ermita ya en la afueras. Junto a la iglesia vemos las bodegas o cubillas.

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Restos de las viejas minas

Y aprovechamos la carretera para pedalear con menos esfuerzo y llegar a Valoria por la plaza del Hortal, donde ya no hemos encontrado el viejo pilón.

Peñas de Gozón

Hemos llegado a San Martín de Valvení: su valle, que le protege, es benigno y acogedor. Podemos imaginarlo hace unos siglos: un pequeño castillo en un suave promontorio, en el centro. Alrededor, se vive y trabaja en pequeñas granjas: granja Hernani -por la que hemos pasado-; granja Quiñones en la orilla del río; granja Muedra en la vega fértil; granja San Andrés,en la cabecera del valle, donde estuviera el primitivo monasterio que luego se trasladó a Palazuelo. San Martín tiene también amplios bosques de quejigo y encina, algunos robles viejos y corpulentos, como el roblón del valle de San Juan; fuentes esparcidas en las diferentes laderas; corrales y chozos de pastor; varias ermitas en ruinas; una aceña y… ¡hasta una cueva! en las laderas de la cuesta Añadida!

Pero como nuestro objetivo era descansar y seguir camino, dejamos todo este mundo  para otra ocasión, que no se va a mover de aquí y seguimos nuestro itinerario. Nos topamos con las faraónicas obras del AVE -están agujereando el páramo para que lo cruce cómodamente- y nos asomamos al Pisuerga en la Peñas de Gozón.
Ya hemos comentado algo sobre este impresionante barranco en la entrada de los cortados, una de las más vistas, por cierto, de este blog. Por eso, bien podemos detenernos un ratillo para contemplar el paisaje y… el tiempo pasado.

Vemos cómo el río arremete contra la pared descarnada del páramo y, poco a poco, la tira y hace que se desprendan grandes peñascos, que no son de piedra o roca, sino de tierra apelmazada por durante millones de años. Gracias a esto, desde un poco más abajo podemos ver la estructura de las diferentes capas del páramo: aunque mejor las observaríamos desde la orilla de enfrente.Parece una gran tarta con varias franjas. Los estratos de más arriba, blancos, son de margas yesíferas; debajo de éstos, vemos las arcillas marrones y, más abajo, margas blancas y grises.

Entre nuestras peñas y la granja Quiñones, en la orilla del Pisuerga, se extiende un fértil campo cultivado. Pero hace poco menos de 2.000 años, era, al parecer, una gran ciudad o villa romana, si bien antes fue vaccea y luego persistió durante parte de la edad media, pues se han hallado restos de enterramientos. O sea, que este lugar hoy tranquilo y apacible fue muy dinámico en otras épocas. En el mismo borde de la peña ya vimos que ha quedado al descubierto una pared de piedra gracias a la gran grieta que, con su empuje, ha provocado el Pisuerga.

Al otro lado del río se extiende la vega de Aguilarejo, con prados, fresnos y robles. Y más allá,el amplio valle del Pisuerga. Hacia el Norte alcanzamos a ver incluso la torre de Tariego, de donde venimos. El lugar también es excepcional para seguir el vuelo de las aves… ¡por encima de ellas!

Ojo con pasar entre las peñas y el río. Hay un senderillo que hemos utilizado alguna vez sin bicis y ciertamente, impresionaba un poco comprobar la abundancia de peñas desprendidas. Eso sí, no eran grandes trozos. Aunque a esas velocidades de caída…

El resto de nuestra ruta discurre a media ladera, pasando bajos otros cortados, hasta que llegamos a las cercanías de Cabezón, donde nos acercamos al canal de Castilla para seguir, ahora tranquilamente paseando, por la parva de la ría. Hasta que, contentos y cansados, llegamos a casa.

Ver también: Cortados de Cabezón y San Martín