Por San Marcos, agua en todos los charcos

Despejando

Abril ha sido lluvioso. En la mayoría de nuestras salidas sabíamos que podíamos encontrarnos con algún aguacero de esos que van mojando una larga franja de terreno. Así ocurrió en la última, una tarde en los alrededores de Medina del Campo. Vimos cómo se acercaba no ya una nube descargando, sino el mismo chubasco, de color gris, llenándolo todo de agua.

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Nos mojamos –menos de lo previsto, por lo providencial de un pinarillo puesto en nuestro camino- pero inmediatamente después gozamos de una espectacular salida del sol entre las nubes y aguas que, poco a poco, se iban aclarando; todo esto incluyó un pequeño arco iris. Luego quedó el ambiente entre sombras y luces –los diferentes trozos del paisaje se iban iluminando o ensombreciendo por momentos- y, finalmente, brilló el solo en toda su intensidad -algún borrego intentó taparlo- hasta que cayó la noche. Naturalmente, enseguida nos habíamos secado y entrado en calor.

Todo esto ocurría mientras subíamos a las Lomas del Aire, desde donde se domina el campo de Medina, y -por el oeste- el valle del Zapardiel al bajar hacia Dueñas de Carrión, que cruzamos.

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Aprovechamos también para acercarnos al Caño de la Dehesa, preciosa y original fuente restaurada hace muy poco, que vierte sus aguas a una lagunita, en la ladera llena de chopos del también arroyo de la Dehesa. Al lado hay un pinarillo con mesas para merendar.

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Después, siempre vigilados por la espigada torre de Villaverde, nos acercamos al despoblado de Romaguitardo, a cuyos pies se ha formado un lavajo gracias a las lluvias caídas últimamente. Sólo quedan restos de la iglesia y el montículo donde estuvieron las bodegas. Ni una cosa ni otra faltaban en los pueblos castellanos.

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La vuelta la hicimos en parte por la cañada de Salamanca, que discurre junto a la vía del tren y en parte por la de Extremadura, que tomamos en las Salinas y de la que nos despedimos –en plena anochecida- en el nada romántico charco Lavaculos, que venía muy bien a los rebaños para abrevar… (Por cierto, por San Marcos solían terminar los contratos de arrendamiento de pastos en Extremadura y las merinas volvían hacia los puertos de Burgos y León utilizando estas cañadas. Estarían, como ta,bién nosotros las hemos encontrado, llenas de charcos)  

23 abril 203

Pinos de la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar

Iscar a SamboalDesde hace siglos, Íscar viene cultivando su riqueza forestal produciendo piñones, resina y madera. Hoy vamos a dar un paseo por los pinares de la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar –a la que pertenecen Remondo, Villaverde y Fuente el Olmo, aunque estén en Segovia- y por los de otros términos colindantes, como Fresneda y Samboal.

El día estuvo claro y frío. Pero como daba el sol, en ningún momento llegamos a enfriarnos. El firme de los caminos se encontraba húmedo -sin llegar a embarrarse- por lo que las ruedas se pegaban al suelo más de lo que nos hubiera gustado, y nos costaba dar pedales. Una ligera brisa nos dio de frente durante los últimos kilómetros.

Asomado al claro
Asomado al claro

Pinos

El terreno es mezcla de arena y arcilla, bueno para estas coníferas. Vemos tanto piñoneros como negrales. Unos engordan piñas y otros destilan resina. Son de todos los tamaños: pimpollos, medianos, grandes y muy grandes, llamativamente altos o corpulentos. Y otro detalle importante de estos montes: están limpios. O sea, que si hay un incendio, el fuego se difundirá con cierta dificultad. Por esta razón, también es más fácil pasear por ellos. Ni qué decir tiene que en primaveras y otoños lluviosos, estamos en el reino de los aficionados a las setas.

Ya en el camino de la Picona, poco antes de cruzarse con la cañada de Merinas que viene de Puenteblanca, vemos unos enormes piñoneros lindando con tierras de labor. Pero esto no ha sido más que le aperitivo.

Perfecto parasol
Perfecto parasol

De Fresneda a Samboal tomamos la cañada de las Saleras, que va cruzando pinares y grandes claros de tierras de cultivo. Volvemos a disfrutar de todo tipo de pinos: negrales que se han estilizado por estar demasiado agrupados, o piñoneros que lucen la forma perfecta de copa o parasol. También cruzamos algunas alamedas.

Desde el Pirón a Fuente el Olmo rodamos por una pista forestal primero y luego por un camino, justo por la raya entre Coca y Samboal. Abundaban los grandes piñoneros en los claros o en el pinar; uno de ellos, de tres enormes ramas, había sido indultado por los quintos del 2008 2007 según reza la placa que luce en el mismo tronco. También vimos negrales de proporciones desconocidas, pues parece que igualmente hubieran sido indultados: en la parte baja se notan las antiguas cicatrices, ya restañadas, de los años en que fueron sangrados. Después, se han recuperado -¡y de qué forma!- y parece como que quisieran tocar el cielo. Y no hay ni uno ni dos, son multitud.

Indultado
Indultado

Y eso que no nos acercamos al Pino de la Cinco Gachas, cerca de Coca, ni tampoco al Pino de las Apuestas (o de las Mentiras), muy cerca de Fuente el Olmo. Los dejamos para otra ocasión.

Finalmente, poco antes de llegar a Íscar, nos salía al encuentro un grupo de viejos y enormes piñoneros, al salir del pinar de Marigarcía.

Laguna del Prado
Laguna del Prado

 Ríos y bodones

Pero no todos fueron pinos. También cruzamos dos veces el río Pirón, y el arroyo Malucas. Los dos tenían corriente pero no estaban excesivamente limpios. Todavía recuerdo cuando mi abuela, que era de Íscar, me contaba feliz cómo, de niña, jugaba con el agua transparente y los guijarros del Pirón, allá por los finales del siglo XIX. ¿Volverán esos tiempos?

Podíamos habernos acercado a varios bodones, pero no nos apartamos de la ruta que nos habíamos trazado al principio. Pasamos por alguno, como el que hay junto al cementerio de Samboal, que tenía las aguas azules; vimos otro, a un kilómetro pasado Fuente el Olmo, con el manantial – y su abrevadero y lavadero- del que se nutría. Antes, al llegar a Fresneda nos acercamos a la Gansera, formada gracias al Caz del Egido.

Vado en el arroyo Malucas
Vado en el arroyo Malucas

Samboal y otros pueblos

Pasamos por varias localidades. En Fresneda nos acercamos a la ermita de la Virgen de la Visitación que a través de la mirilla nos pareció gótica, de buen porte. Por cierto, desde esta ermita se contempla un amplio panorama.

Pero el pueblo que más nos llamó la atención fue, sin duda, Samboal: limpio, con casas antiguas rehabilitadas o nuevas construidas con buen gusto. Su iglesia de San Baudelio, recién restaurada, es una joya mudéjar. Una casa señorial, que tiene un balcón con un simpático tejadillo, parece arremeter contra el ábside de la iglesia, y la enorme chimenea le llega a tocar. Pero no sé, tampoco queda mal, es algo original. Recorrimos la calle mayor disfrutando de cada una de sus casas, pertenecientes a ese estilo de arquitectura tradicional –en ladrillo- de Tierra de Pinares.

Fue sangrado, y hoy se ha recuperado
Fue sangrado, y hoy se ha recuperado

También nos resultó atractivo el parque –parecía un museo de mojones- con viejos utensilios para la explotación de los montes, en Fuente el Olmo. Y en Villaverde, pasamos junto a un sencillo crucero con un tosco Crucificado esculpido sobre la misma piedra –luego vimos otro delante de la iglesia- y, en una placita, aun conservan la fuente con elevador que surtiera de agua al pueblo durante muchos años.

Al final, cuando uno de los ciclistas quiso tomar dirección suroeste desde Villaverde, el castillo de Íscar salió al quite desde lo alto y nos señaló el rumbo seguro. Nos faltó degustar una Loca Juana donde la elaboran para poner un final redondo a esta excursión.

Cayeron 40 km.

Balcón en Samboal
Balcón en Samboal