Agua y viento

Los días pasados, previos a la Navidad, han sido lluviosos y ventosos. Hemos dado algún paseo por los pinares de Moraleja de las Panaderas y los hemos visto arrasados por el viento. Pero el potente viento ha hecho su labor de buen leñador, pues la inmensa mayoría de los pinos derribados –negrales jóvenes- ya estaban muertos, y el airón los ha talado en seco, como a una altura de 30 cm sobre el suelo. Alguien realizó plantaciones densas de estos pinos hace pocos años y se olvidó de entresacarlos. Como consecuencia, se fueron muriendo. Finalmente cayeron tronchados. Ahora hace falta que el Ayuntamiento correspondiente o el dueño del pinar se los lleve para dejar todo limpio.

Bien es cierto que algunos de los derribados eran piñoneros. Estos estaban, casi todos, en un claro del pinar y el viento los ha tirado porque su raíz es superficial, tiende a expandirse de manera radial en vez de profundizar. No hay más que ver cómo los ha arrancado de cuajo, sin quebrar el tronco.

Además, numerosas ramas de pino llenaban el suelo del pinar. De alguna forma, la naturaleza ha olivado los pinos, haciéndolos más fuertes, como la nieve cuando se acumula y hace cascar las ramas.

No había charcos en el pinar. Se acumulaban, sobre todo, en las zonas verdes, conocidas como prados o humedales, e incluso en muchas tierras de labor. Las lagunas de la Zarza estaban rebosantes, pero no vimos –sí las oímos- grullas, sino ganado vacuno. Las lagunas de los alrededores de Gomeznarro también se habían llenado.

El día estaba gris y ventoso, y una lluvia fina caía mansamente; las setas crecían encantadas. Los ríos de la orilla derecha del Duero venían desbordados y marrones; los de la izquierda estaban todavía transparentes. Todo ello ha concluido en una Navidad soleada y de suaves temperaturas, agradable para pasear.

Abril

Abril, ese mes en el que suele hacer bueno y malo, en el que te asas al sol y puedes coger una pulmonía a la sombra con viento. Variable. Puedes también bañarte en el río y, al día siguiente, jugar con la nieve. Abril no tiene reglas. No es el mismo nunca; siempre cambiante, siempre voluble, como el clima mismo. Es eso, la quintaesencia del clima. Si el cambio climático tuviera los mismos ritmos que abril, aviados íbamos. El refranero nos dice: abril, abrilete, con sus caras siete (aunque realmente son muchas más) o abril abrilillo, ¿dejarás de ser pillo? De todas formas, en abril suele llegar la lluvia y, con ella, la esperanza para el campo: abril llueve grano y paja mayo o bien venga abril con sus aguas mil.

Además, en Valladolid la temperatura media del mes de abril suele coincidir con la media de la temperatura anual. Es como un mes en un año. O al revés.

Sea como fuere, lo cierto es que si salimos al campo en abril hay que llevar el chubasquero, por si acaso. Nos puede caer un buen chaparrón, y luego salir el sol y secarnos. Podemos pillar un día nublado con claros luminosos y nubarrones lluviosos. De todo un poco.

Como el pasado domingo, en el que disfrutamos de un paseo por el pinar en el que la hierba empezaba a lucir de un verde luminoso y las escobas su amarillo brillante. El los ribazos y riberas, los pequeños negrillos y los fresnos entonaban con un verde claro  y tierno. Y todo ello acompañado de los cantos inconfundibles del carbonero garrapinos y del herrerillo.

Los campos de cereal también lucían un verde claro y fuerte al mismo tiempo, reflejo de los rayos del sol cuando el cielo aborregado los dejaban pasar. Desde las proximidades del canal del Duero mirando hacia el polígono de la Mora y el caserío de Retamar, cuatro corzos campeaban a sus anchas, sin miedo a la proximidad del ser humano. Parece que se están acostumbrando a nuestra presencia.

En la subida al cerro de las Encinas, éstas relucían con sus hojas recién lavadas por el agua de lluvia. Pero los quejigos se mantenían desnudos, impertérritos ante la llegada de abril. La carrasquilla arbustiva nos alegraba con sus florecillas de azul intenso. Ya en el páramo, las corpulentas encinas recortaban su silueta sobre el ras.

Volviendo hacia Valladolid, al monte de Fuentes parecía no haber llegado aún la primavera, pues el suelo mostraba su aspecto gris o pajizo, invernal. Bien es cierto que a la altura del caserío, la colza ya mostraba su flor amarilla.

Más o menos, así fue el paseo. Podía haber sido peor, pero el agua se contuvo en las nubes y nosotros pudimos disfrutar de una mañana bastante agradable. Eso sí, si hubiéramos elegido la tarde para salir, la mojadura hubiera sido de campeonato. Veleidades de la abrilada.

Pinos de la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar

Iscar a SamboalDesde hace siglos, Íscar viene cultivando su riqueza forestal produciendo piñones, resina y madera. Hoy vamos a dar un paseo por los pinares de la Comunidad de Villa y Tierra de Íscar –a la que pertenecen Remondo, Villaverde y Fuente el Olmo, aunque estén en Segovia- y por los de otros términos colindantes, como Fresneda y Samboal.

El día estuvo claro y frío. Pero como daba el sol, en ningún momento llegamos a enfriarnos. El firme de los caminos se encontraba húmedo -sin llegar a embarrarse- por lo que las ruedas se pegaban al suelo más de lo que nos hubiera gustado, y nos costaba dar pedales. Una ligera brisa nos dio de frente durante los últimos kilómetros.

Asomado al claro
Asomado al claro

Pinos

El terreno es mezcla de arena y arcilla, bueno para estas coníferas. Vemos tanto piñoneros como negrales. Unos engordan piñas y otros destilan resina. Son de todos los tamaños: pimpollos, medianos, grandes y muy grandes, llamativamente altos o corpulentos. Y otro detalle importante de estos montes: están limpios. O sea, que si hay un incendio, el fuego se difundirá con cierta dificultad. Por esta razón, también es más fácil pasear por ellos. Ni qué decir tiene que en primaveras y otoños lluviosos, estamos en el reino de los aficionados a las setas.

Ya en el camino de la Picona, poco antes de cruzarse con la cañada de Merinas que viene de Puenteblanca, vemos unos enormes piñoneros lindando con tierras de labor. Pero esto no ha sido más que le aperitivo.

Perfecto parasol
Perfecto parasol

De Fresneda a Samboal tomamos la cañada de las Saleras, que va cruzando pinares y grandes claros de tierras de cultivo. Volvemos a disfrutar de todo tipo de pinos: negrales que se han estilizado por estar demasiado agrupados, o piñoneros que lucen la forma perfecta de copa o parasol. También cruzamos algunas alamedas.

Desde el Pirón a Fuente el Olmo rodamos por una pista forestal primero y luego por un camino, justo por la raya entre Coca y Samboal. Abundaban los grandes piñoneros en los claros o en el pinar; uno de ellos, de tres enormes ramas, había sido indultado por los quintos del 2008 2007 según reza la placa que luce en el mismo tronco. También vimos negrales de proporciones desconocidas, pues parece que igualmente hubieran sido indultados: en la parte baja se notan las antiguas cicatrices, ya restañadas, de los años en que fueron sangrados. Después, se han recuperado -¡y de qué forma!- y parece como que quisieran tocar el cielo. Y no hay ni uno ni dos, son multitud.

Indultado
Indultado

Y eso que no nos acercamos al Pino de la Cinco Gachas, cerca de Coca, ni tampoco al Pino de las Apuestas (o de las Mentiras), muy cerca de Fuente el Olmo. Los dejamos para otra ocasión.

Finalmente, poco antes de llegar a Íscar, nos salía al encuentro un grupo de viejos y enormes piñoneros, al salir del pinar de Marigarcía.

Laguna del Prado
Laguna del Prado

 Ríos y bodones

Pero no todos fueron pinos. También cruzamos dos veces el río Pirón, y el arroyo Malucas. Los dos tenían corriente pero no estaban excesivamente limpios. Todavía recuerdo cuando mi abuela, que era de Íscar, me contaba feliz cómo, de niña, jugaba con el agua transparente y los guijarros del Pirón, allá por los finales del siglo XIX. ¿Volverán esos tiempos?

Podíamos habernos acercado a varios bodones, pero no nos apartamos de la ruta que nos habíamos trazado al principio. Pasamos por alguno, como el que hay junto al cementerio de Samboal, que tenía las aguas azules; vimos otro, a un kilómetro pasado Fuente el Olmo, con el manantial – y su abrevadero y lavadero- del que se nutría. Antes, al llegar a Fresneda nos acercamos a la Gansera, formada gracias al Caz del Egido.

Vado en el arroyo Malucas
Vado en el arroyo Malucas

Samboal y otros pueblos

Pasamos por varias localidades. En Fresneda nos acercamos a la ermita de la Virgen de la Visitación que a través de la mirilla nos pareció gótica, de buen porte. Por cierto, desde esta ermita se contempla un amplio panorama.

Pero el pueblo que más nos llamó la atención fue, sin duda, Samboal: limpio, con casas antiguas rehabilitadas o nuevas construidas con buen gusto. Su iglesia de San Baudelio, recién restaurada, es una joya mudéjar. Una casa señorial, que tiene un balcón con un simpático tejadillo, parece arremeter contra el ábside de la iglesia, y la enorme chimenea le llega a tocar. Pero no sé, tampoco queda mal, es algo original. Recorrimos la calle mayor disfrutando de cada una de sus casas, pertenecientes a ese estilo de arquitectura tradicional –en ladrillo- de Tierra de Pinares.

Fue sangrado, y hoy se ha recuperado
Fue sangrado, y hoy se ha recuperado

También nos resultó atractivo el parque –parecía un museo de mojones- con viejos utensilios para la explotación de los montes, en Fuente el Olmo. Y en Villaverde, pasamos junto a un sencillo crucero con un tosco Crucificado esculpido sobre la misma piedra –luego vimos otro delante de la iglesia- y, en una placita, aun conservan la fuente con elevador que surtiera de agua al pueblo durante muchos años.

Al final, cuando uno de los ciclistas quiso tomar dirección suroeste desde Villaverde, el castillo de Íscar salió al quite desde lo alto y nos señaló el rumbo seguro. Nos faltó degustar una Loca Juana donde la elaboran para poner un final redondo a esta excursión.

Cayeron 40 km.

Balcón en Samboal
Balcón en Samboal

 

Pinares, prados y lagunas en Aldeamayor de San Martín

El acuífero de los Arenales se extiende por el sur de nuestra provincia, si bien su superficie -nada menos que 7.700 km2- llega a las provincias de Zamora, Salamanca, Ávila y Segovia. Se trata de un río o embalse subterráneo que se nutre en el sistema Central y descarga, entre otras, en las zonas de bodones y lavajos de Olmedo y Medina del Campo, pero también en Tordesillas –al sur del Duero- y aquí, en los humedales de Aldeamayor y Boecillo.

aldeamayor

Prácticamente todo el término de Aldeamayor es una extensa zona pantanosa donde las aguas afloran o afloraban:

  • Hacia Boecillo tenemos la dehesa Longar y el pinar de Mongordo con la laguna del Suero. Y sugue en este término por la dehesa del Raso.
  • Hacia el norte, antes de llegar al polígono del Brizo, se situaba la laguna del Pepino, y cuando hoy cae abundante agua, vuelven a salir grandes charcos y lavajos.
  • Por el cementerio (oeste) se extienden las Navas, el Berrojo e incluso la laguna de la Sal , en una zona pantanosa drenada por grandes zanjas.
  • Hacia el sur todo son arenales. Esta zona se llama Las Lagunillas, señal inequívoca de su naturaleza.
  • Y hacia el este vemos, hoy entre pinares, numerosos arroyos que se aprovechan para regar huertas. De aquí -del Manadero– se saca el agua para abastecer a la creciente población de la localidad. En todos los pinares abundan los juncos, y se dejan ver los chopos, señal de abundancia de agua en el subsuelo.

Por tanto, todo el término es zona de descarga del acuífero mencionado.

flores-del-humedal

Rutas por Aldeamayor

En diferentes puntos de la localidad veremos el panel que anuncia dos rutas por los campos próximos.

La primera nos conduce por campo abierto hasta el molino de los Álamos, ya en el término municipal de Portillo, próximo a la autovía y a la carretera Portillo-La Pedraja. Cerca de esta carretera y del molino veremos este curioso manadero, totalmente activo a fecha de hoy.

Pero esta ruta luego se dirige hacia la urbanización del golf: antes de llegar pasaremos por los prados de la Nava, donde aflora también agua de los Arenales, pero de manera más o menos uniforme por toda la superficie. Para evitar encharcamientos se construyeron zanjas de drenaje, muy abundantes en esta zona. Veremos también los humedales que lindan con el término de Boecillo, en cuyos chopos y sauces anidan cigueñas.Hacia la carretera de las Maricas también abundan charcas y pastizales, siempre que vayamos en épocas de abundante lluvia.

La vegetación es la típica de zonas húmedas. A pesar de estar muy lejos de los mares, aquí abundan también las plantas marítimas, pues las aguas de estos humedales posen gran cantidad de sales. En cuanto a la fauna, sin duda veremos azulones, garzas, cigueñuelas, limícolas, e incluso algún aguilucho lagunero.

Los caminos poseen buen firme y son de grava.

pino-de-carranza

Y la otra ruta discurre por pinares. Nos podemos guarecer bajo el pino de Carranza o de la tía Hilaria, de 22 metros de altura y 4 de perímetro basal; llegaremos hasta la ermita de la Virgen del Compasco, dedicada a la pastora y patrona de la localidad, y nos llamará la atención la gravera del Compasco, felizmente recuperada; llegará hasta nosotros el frescor del arroyo Sangüeño con sus saucedas y un simpático puente de piedra… A pesar de pasear por un denso pinar, veremos zonas pantanosas pobladas de juncos y sauces, e incluso con abundante agua en algunas épocas del año.

En este recorrido, algunos caminos son de arena suelta en los que bien podemos dejar clavada la bici…